viernes, junio 17, 2011

Lou


En “Mirada retrospectiva. Compendios de algunos recuerdos de la vida”, mi querida amiga Lou Andreas-Salomé se maravillaba de que Rainer, su amante y poeta gran amigo de lirismos consiguiera esculpir los siguientes versos, desnudos de toda exaltación simbólica:
“Extíngueme los ojos: puedo verte
Tápame los oídos: puedo oírte
Y aun sin pie puedo ir hasta ti
Y aun sin boca puedo conjurarte
Arrancándome los brazos: te toco
Con el corazón como con una mano
Arráncame el corazón: latirá el cerebro
Y si al cerebro prendes también fuego
He de llevarte entonces en mi sangre”

Verdad es que la sibila rusa, y tal como se refleja en la magnífica película de Liliana Cavani Al di là del bene e del male que narra la convivencia entre Lou, Nietzsche y Paul Rée, era una mujer cuyo entendimiento filtraba y diseccionaba sus sentimientos de un modo realmente heroico, logrando que estos no desviaran ni un ápice la senda de su férrea voluntad. Los más arrebatados poemas musicales de Rilke, no podían sino irritarla, y los versos que les copiado más arriba fueron de los pocos que se grabaron en el corazón de la tigresa.
Hace un par de noches, en una conversación de vigilia con mi estimada Lou, me reprochaba a mí misma ante su sabio juicio, el hecho de no poder desligarme yo jamás de un simbolismo que está atado a mi forma de pensar desde que tengo conciencia de haber cogido papel y pluma para pergeñar unas líneas. Lo simbólico y el símbolo mismo están tan arraigados en mi ser, tras tantos años de convivir con su presencia a mi alrededor, que al escribir, al expresar libremente las modulaciones de mi alma, me es imposible contemplar la Verdad más allá de sus hermosos velos.
Ha corrido mucho el reloj, y sé que no puedo pretender ahora deshacerme de mi innata tendencia a la abstracción, de mi amor por las imágenes por encima de cualquier significación. El valor por si mismo de la representación para mí es totalmente valido, es la Belleza, que nos abre puertas a los que necesitamos ascender cada día a sus dominios oscuros. A buen seguro que mi mentor Mr. Wilde me comprende y asiente benevolente desde donde se halle, pero me apena que entre Lou y yo siempre existirá esa distancia, y que mi personalidad terca y marciana no podrá ser nunca de su gusto. Pese a todo, señorita, y aunque piense que es usted una tremenda fiera egoísta, yo sí la quiero.