Por ejemplo, no nos basta con ver a uno de los protagonistas morir debido a mordeduras de cocodrilos en zonas geográficas en las que no hay rastro de estos reptiles, no. Aceptamos volver a ver a un personaje que temporadas atrás estaba muerto sin hacernos demasiadas preguntas. ¿Muertos vivientes? Y no sólo eso, sino que un protagonista conocido, un amigo ya de la familia, un buen día se presenta con otra fisonomía muy distinta, digamos, con otro cuerpo, otro rostro, otra voz… y al cabo de unas horas aceptamos su mutación como lo más normal del mundo. Claro, si algunas viejas glorias de las que aparecen en la serie rejuvenecen un buen día una veintena de años, ¿porque no va a haber intercambio de cuerpos?
El ejemplo que me sirve para ilustrar esta divagación es el último episodio de “Los Colby”, spin-off de la famosa “Dinastía” que se introdujo en las pantallas entre el año 85 y el 87. Aunque la producción de Aaron Spelling aguantó dos temporadas, lo cierto es que los niveles de audiencia eran bajísimos y hacia el final de la serie decidieron ir al grano e ir quitándose personajes de encima de la mejor forma posible.
Y el gran acontecimiento sucede en el último episodio. Fallon Carrington Colby, interpretada por Emma Samms, conduce de noche por la carretera. Su vehículo deja de funcionar, la radio empieza a emitir sonidos distorsionados, el teléfono pierde la conexión… Ella sale del coche y ante su asombro un Ovni espectacular baja del cielo para llevársela a otros mundos, con un extraterrestre muy simpático que le hace señas desde el interior.
Así es la soap opera.