domingo, noviembre 30, 2008

El Misterioso Forastero: Henry More Smith

Me resulta inusualmente apropiado acabar de apurar la taza de caldo con jerez mientras proyecto la siguiente visión: Junto con el carcelero penetro en la celda en total oscuridad y gracias a la ayuda de los rayos lunares distingo la presencia imprevista de la figura de la mujer que visita a su marido en su miserable confinamiento. Henry More Smith camina en los escasos metros de que dispone, moviéndose con afectación y aparentando gran angustia. La mujer parece inmóvil, y debería estarlo, ya que se trata de un muñeco, de una efigie realizada a tamaño natural con trozos de las ropas del encarcelado. Es una impostura, pero la extrañeza de lo insólito no perjudica el efecto, así al contrario, prolonga su magia y crea una imagen eternizada del encuentro.


Lo que acabo de relatar sucedió el primero de mayo del año 1814. Un joven de 22 años presumiblemente inglés y que llevaba poco más de un año en America había sido encarcelado provisionalmente en la ciudad de New Brunswick, Canadá. Los que convivieron con él durante el largo año que estuvo en prisión le describían como un muchacho educado y decente con intervalos de locura, capaz de los más asombrosos prodigios.


Walter Bates, el Sheriff que llevó su caso, tras su relación con el enigmático personaje se dedicó a escribir una especie de diario en el que recopilaba el día a día con aquel ser tan particular. De esta recopilación surgiría “The Misterious Stranger”, la novela que me llevó a conocer al mago Henry More Smith, tras encontrar por casualidad un artículo sobre el personaje.


Bates dijo de Smith que en el tiempo que estuvo en prisión ejecutó obras propias de un genio en las situaciones menos favorables: en total oscuridad, esposado, con el cuerpo atrapado en cadenas y con una sentencia de muerte pesando sobre su cabeza. Los hierros no podían con él. Explicaba el Sheriff que aunque cada jornada aumentaban el grosor de las cadenas que le sujetaban cuello y torso, al día siguiente aparecían rotas en pedazos o sesgadas, sin que pudiesen dar explicación a aquellos prodigios. Se deshacía de las esposas porque se trataba de ropas incomodas, según sus declaraciones; sus manos siempre se conservaban calientes, aún en el duro invierno, y aunque no tenía oficio conocido podía ejecutar cualquier mecanismo o artilugio, incluso coser o pintar. También se descubrió su capacidad para crear fuego de la nada. El prisionero siempre estaba de buen humor, no mostraba recuerdos u opiniones y aceptaba la privación de su libertad de un modo tan ingenuo que asombraba a los representantes de la ley, además que no parecía interesarle su situación lo más mínimo.


En alguna ocasión se enfrentó a su encierro, gimiendo día y noche, y bramando como un salvaje. Bates transcribió sus gritos una noche especialmente larga en que el preso insistía una y otra vez con las mismas frases:


“Oh, thou cruel devils! Thou murderers! Man-slayers! Thou tormentors of man! How I burn to be revended! Help! Help! Lord help me to be avenged of those devils! Help me, that I may tear up this place! That I may turn it upside down! That there may not be one stick of it left! My hair shall not be shorn, nor my mails cut, till I grow as Strong as Sampson; then will I be avenged of all my enemies! Help! Help!”


Pero volvamos a la magia. La esposa de Smith no sólo se presentó el primero de mayo, el 29 del mismo mes, al entrar en la celda, se descubrió otra figura semejante a su mujer, sentada a la cabecera de su cama y con el Nuevo Testamento en las manos, como si le leyera. La muñeca se había confeccionado con jirones de ropa y paja, pero con tan simples materiales mostraba una expresión intensa en los rasgos. Smith, cómodamente reclinado, la escuchaba con toda su atención.


Salimos de la estancia respetuosamente para no volver hasta unos meses después. Abrimos la puerta, de nuevo en total oscuridad y distinguimos diez figuras en la penumbra. Hombres, mujeres y niños, cada uno vestido con una moda distinta, siguiendo las diferentes estaciones y según su oficio o actividad. Todos caracterizados de forma muy expresiva con trozos de ropa y paja, y pintados con sangre. Destacaba sobre todos ellos el que denominaba “Tambourine Man”, vestido con traje oscuro, como un Maestro de Música. Aunque era difícil descubrir los mecanismos por los que se movían, el maestro de la pandereta empezaba a tocar su instrumento y acompañado por la voz o el silbido de Smith el resto de ‘la familia’ empezaba a danzar. Había una joven rodeada de jóvenes galanes, y un militar llamado Napoleón que vestía de Arlequín y se enfrentaba a un viejo irlandés.


El espectáculo de Smith no dejó indiferente a sus carceleros y pronto la noticia de aquel genio se extendió por doquier. Vinieron viajeros de todo el mundo para apreciar su obra y con el dinero que le enviaban, ‘la familia’ llegó a contar con 24 figuras, la mitad de éstas bailando y el resto tocando instrumentos.


Henry More Smith fue perdonado de sus delitos y se le dio la libertad, pero esta resolución no le produjo ningún efecto. Marchó de New Brunswick con la orden de no volver, y por este motivo la historia escrita acaba justo aquí. Aunque ni nosotros ni el Sheriff podamos darle la espalda.


martes, noviembre 25, 2008

Ya Ho Wha 13 "The Operetta" 1975


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Lost Driver

Ciertamente, la gran mayoría de discos que por aquí les presentamos suelen encerrar historias tan extraordinarias que éstas trascienden la música o el contexto concreto en que fueron creadas. Entonces, las grabaciones se convierten en un hilo del que podemos tirar hasta hallar curiosos ovillos. Profundizando en la obra que hoy nos ocupa, he ido a dar de narices con uno de los relatos más fascinantes y extraños de la historia de la música: la vida de Jim Baker.

Este hombre nacido en Connecticut un 4 de Julio, era un experto en judo, tiro con arco y artes marciales en su adolescencia. Perteneció a los marines y fue condecorado con la medalla al honor y la Estrella de Plata durante la Segunda Guerra Mundial. Poco o nada se conoce acerca de su familia, pero sí el motivo que le llevó a instalarse en Los Ángeles y llevar una vida completamente opuesta a su pasado militar: James E. Baker quería probar suerte como actor de cine interpretando el papel de Tarzán.

Son los años 60. Su curiosidad por la filosofía y las religiones orientales le acerca a un grupúsculo de bohemios naturalistas conocido como los Natural Boys. Se convierte en un pionero abriendo el primer restaurante de comida vegetariana de la zona. En su afán por encontrar ‘la verdad’, establece un contacto con el maestro de ‘kundalini yoga’ Yogi Bhajan. Éste instruye a Baker en toda clase de enseñanzas espirituales, y nuestro protagonista lo considera como su verdadero padre espiritual en la Tierra. Es a partir de este momento cuando toma plena conciencia de su propósito en nuestro planeta. Acaba de nacer el “Padre”.


Rebautizado como Father Yod, empieza a congregar a su alrededor multitud de curiosos que aprecian sus postulados. A principios de los años 70 abre dos nuevos restaurantes en los que basa su sustento económico con la intención de fundar una sociedad alternativa bajo el nombre de Source Family. Ésta se establece primeramente en una mansión de Hollywood Hills, donde llegaron a convivir alegremente cientos de personas, entre hombres, mujeres y niños. Father Yod contaba con 13 esposas. Todos sus “hijos” fueron rebautizados con nombres relativos a divinidades mitológicas o causas naturales, siendo el apellido común “Aquarian”.


De entre todos los miembros que formaban su nueva y vasta “familia”, se hallaban algunos músicos que habían pululado en bandas de rock psicodélico y con ellos nació el ala musical de la Source Family, operando bajo diversos nombres, con miembros más o menos regulares. Como una actividad más en su día a día, sumada a la fabricación de sus propios ropajes, las meditaciones al alba, o la práctica de sexo tántrico, la música que desarrollaron estaba totalmente desprovista de premeditación o cualquier tipo de ensayo previo. Así, espontáneamente y tomando como base los cánticos de Father Yod, tenían lugar, normalmente entre las 3 y las 6 de la madrugada, sesiones improvisadas en las que se grababa absolutamente todo, sin edición de ninguna clase. Tal como afirman Octavius, Djin y Sunflower Aquarian en la interesante entrevista de Gary Bearman en Junio de 2001 para la revista Perfect Sound Forever, entre 1973 y 1975 llegaron a grabar 65 álbumes, de los que solamente nueve fueron prensados en limitadas copias que podían adquirirse en los restaurantes de la Source al precio de un dólar.

En 1975, tras varios pormenores con las autoridades, Father Yod recorrió el globo en busca de un nuevo hospedaje para la comunidad, que finalmente se trasladó a Hawai. A su regreso, cambia su nombre a Ya Ho Wha, y es cuando tuvo lugar la grabación de “The Operetta”. El 25 de Agosto de ese mismo año, nuestro hombre abandonó su cuerpo físico a consecuencia de una caída que sufrió volando en ala delta. Me detengo aquí, pero si quieren conocer algo más acerca del personaje y su obra, pueden visitar la web Yahowha.org.

Les dejo con esta música, del alma para el alma. Palabra de Ya Ho Wha.


Lost Driver


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martes, noviembre 18, 2008

Capulina Contra Los Vampiros (1971)


Conjugar el género de terror con la comedia puede dar como resultado los más terribles híbridos, monstruos incomprensibles que no mueven a risa ni a espanto, sino que provocan la estupefacción del que mira. Y no es que este resultado me inspire rechazo, en ocasiones puede resultar encantador. Creo suponer que en este ‘tour de force’ es crucial el tono y bajo mi punto de vista, y como predilección, la forma.



Capulina Contra Los Vampiros” es cierto que provoca en el espectador el estupor que antes citaba, pero en su caso, con las chispas deliciosas de la novedad, como la infantil sorpresa de cumpleaños que nos llega veinte años más tarde. Uno de los aciertos de la película es su humor absurdo, inasequible al intento de análisis intelectual. Por este motivo, este escrito se convierte en un ejercicio infructuoso, pero me resulta encantadora esta actividad, y el hecho de poder dejar constancia de las bondades de la cinta.



El humor absurdo se encarna en la poderosa presencia de Gaspar Henaine, quien todo lo puede, un tipo de comediante incontrolable, que conmueve y arrastra a la risa al mismo tiempo. Su personaje de Capulina vence desde el primer plano al espectador, complicándole en la historia desde la pantalla. Irresistible su bondad en esa mezcla de impunidad, desmesura y neurosis, como un infante gigante que arremete contra todos y contra ninguno.



La presencia rotunda de Capulina es un elemento decisivo en el encuadre de las escenas cómicas, enfrentado al actor Aurelio Perez, que como Carbonato, se convierte en el contrapunto delirante de las escenas a lo “Laurel & Hardy” o al lado de la célebre ‘vedette’ Rossy Mendoza como Pampa, la vampira.



El carácter improvisado de diálogos y secuencias en “Capulina Contra Los Vampiros” consigue un efecto curioso, al provocar que algunas escenas se alarguen más de lo necesario, para asombro y desorientación del espectador, que tal vez se encuentra a merced del balanceo de una risa sin final estipulado.



Vampiras con lazos rosas, flagrantes colmillos postizos y un enano que viste de rosa fucsia son el envoltorio que adorna el espíritu del héroe Capulina, ese caballero invencible, de generosidad en la carcajada, que forma parte de un tiempo, creo, muy remoto.



miércoles, noviembre 12, 2008

La Musa Desconocida

Porque la intención que no logramos comprender es el anzuelo más poderoso. Porque una sonrisa aislada se convierte en el arma silenciosa que nos coloca al borde de una altura imprevista. Y la respuesta más simple: porque una bella muerta de la que poseemos el retrato se erige sin duda en la dueña de nuestros desvelos e inspiración.


Por todo ello la “Desconocida del Sena”, rodeada de las brumas de un segundo nacimiento, se ha convertido en el alma gemela de los amantes de lo oculto. La cara sin nombre, sin públicas vivencias, capaz de invocar la paz y el olvido de las almas enfermas, con la facilidad que otorga el no decepcionar jamás el Ideal.


Descúbranse como los descubridores de la ahogada adolescente, como el asistente médico que quedó prendado de su belleza y a quien le fue imposible no inmortalizar su efigie. Hay varias historias que escriben la leyenda. Una mujer sin nombre aparecía reproducida en los muros de los hogares a partir de 1900, y una legión de artistas se la adjudicaban, pujando por reproducciones de la mascara original para apropiarse del enigma. Para trazar su propia debilidad, desvelándose en fantasías moribundas.


Desapruebo quien pretenda apropiarse de la paternidad o comprensión de la parisiense. Ignoro el porqué del exhibicionismo de la máscara fúnebre. Quien contemple el retrato de un difunto debe conservarlo en un lugar que dignifique a ambos y su muda comunicación. Tal vez de ahí se desenrollen nuevos hilos.


Mientras, cuento los centenares, millares, de reproducciones de ‘los muertos’. Veo hacia donde van, en procesión interminable hacia la consecución de su propio retrato en luto. Y me pregunto por qué todos llevan la máscara del mito anterior en lugar de la suya.


lunes, noviembre 10, 2008

El Mambo de Brigitte

El primer truco apreciable es hacerla descender a un sótano oscuro desde la languidez de la “soir blue” de Saint-Tropez. La bella procede a bajar los escalones, con balanceos de desidia y de caprichos frugales. Toda ella es un tormento, remembranza de las olas que la exhibían mojada a pleno sol, con el pelo revuelto.


Indiferente a que la miren, o deseosa. Su mirada no desafía, sino que permanece subterránea, como el fondo que la dibuja. Inasequible, actuando sumisa, como un autómata, aunque el fuego la consuma, aunque el brote de fiebre se excite a punto de revelarse. Juliete parece acoger aires de timidez mientras se muerde el pulgar, acaso nerviosa, pero cualquier movimiento puede accionar su fatalidad.

El segundo truco son acaso sus pies descalzos, la vulnerabilidad que suponen, y esos planos generales que la encuadran en medio de un espacio que se antoja asfixiante, húmedo y sin ventilación. Una jovencita sin acompañante masculino que se adentra en la oscuridad del bar, huyendo, sin conciencia de su perturbador poder. Rodeada de extraños que la enmarcan desde todos los ángulos. Brigitte empieza a bailar.


Y de repente grita, y al momento se ha olvidado tal vez incluso de porqué está allí. Sólo existe la llamada insistente de las percusiones, el calor de la música que gobierna su grácil cuerpo. La chiquilla se agita y se retuerce, poniendo en evidencia la maravilla naciente de cada parte de su cuerpo. El florecimiento del ímpetu de su juventud. Esquivando cualquier obstáculo que la aparte de la Vida, que fluye. ¿Acaso hay algo más importante qué Ella baile? No para el que asiste al espectáculo.


El tercer truco es adorar sus piernas sobre un suelo ajedrezado, detener cada movimiento en la rapidez del frenesí. Capturar la inefabilidad de la corriente de efluvios que desprende su danza. La misma danza que sesgó el cuello de San Juan Bautista. La que lleva en sí la ruina de los deseos que no se subliman. La lujuria de los hombres detenidos, como estatuas, rodea a la diosa rubia imponiendo su propia violencia, mezclándose con la furia del mambo.


Crece la intensidad del ritmo, del desenfreno, y las caderas se mecen en movimientos sincopados, hasta que el arma aparece reflejada en el espejo y los designios de la providencia se muestran con toda la claridad de su magnitud. Como en los juegos crueles de la vida es el todo o nada, es la caza o la renuncia a uno mismo. Brigitte con ojos húmedos, con las mejillas coloradas, no se rinde a la servidumbre del trampero, y con una sutil sonrisa finaliza su desafío, que nos hiere como un látigo.



Pasamos a otra escena.


miércoles, noviembre 05, 2008

Music And Sound Effects For Home Movies


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Lost Driver

En esta ocasión, desde el espacio que Aura me brinda quisiera invitarles a una reflexión. Así como en anteriores comentarios, no voy a escribir hoy acerca de un disco, un género musical o un artista concretos, si bien estas líneas toman como pretexto un soporte sonoro, más exactamente una cassette o cinta magnetofónica. En una de sus caras, podemos encontrar fragmentos musicales instrumentales, de índole diversa y que no suelen sobrepasar el minuto o minuto y medio de duración. Por el otro lado –o ‘pista’, como solía referirse también en este formato- hallamos una amplia muestra de efectos sonoros, representando ambientes callejeros, campanadas, sonidos de medios de transporte, de aparatos y máquinas, amén de un sinfín de sonidos naturales (viento, agua, truenos).


Aún siendo frecuente en nuestros días la disponibilidad de multitud de ‘discos de efectos’ o la existencia de grabaciones de campo dirigidas comúnmente a profesionales de la radio o la televisión, el gran público es por norma general, bastante ajeno a esta clase de productos. Hubo un tiempo en que la necesidad de sonorizar películas o seriales dio cobijo a un vasto género musical, la ‘library music’. Otro tanto sucedió con los álbumes de grabaciones exclusivamente basadas en fuentes de sonido naturales o ‘environmental recordings’, con una profusión de sellos discográficos dedicados por entero a esta tipología.


No obstante, la fenomenología de la que voy a hablarles tiene que ver más con el ámbito casero, y es que la cassette a la que me refiero en cuestión está fabricada por Eumig, una compañía austriaca fundada a principios del siglo XX, cuya principal actividad comprendía la producción de cámaras fotográficas, para posteriormente explotar el mercado de las tradicionales cámaras de cine domésticas en su versión más conocida: el Super 8.


Fue en la década de los 70 cuando se popularizó este formato, y de buen seguro que muchos de ustedes guardan todavía alguna película familiar perpetrada en uno de esos aparatos de filmación. Una característica del Super 8 era que no tenía posibilidad de capturar la pista de la banda sonora de lo que se estaba grabando. Con el fin de subsanar esta limitación, marcas como Eumig pusieron a disposición de todos los públicos una gama de elepés o cintas para embellecer las excursiones al campo, cumpleaños, salidas a la nieve o un soleado día de playa. Y para que los aficionados dieran rienda suelta a su creatividad, se incluían asimismo sonidos más propios del ámbito del espectáculo como aplausos, risas, o ruidillos humorísticos.


Es por esto que veo en este cassette algo más que la música y los efectos que contiene. La posibilidad de que las familias pudieran inmortalizar en sus hogares películas o cortometrajes basados en sus experiencias propias, es un bonito ejemplo de cómo el sonido y la imagen nos acompañan desde entonces en nuestra cotidianeidad, dando lugar a una nueva forma de arte –amateur, si quieren verlo así- en nuestras vidas. Tal vez hoy en día, y debido a la aceleración del desarrollo de herramientas destinadas al ocio y el entretenimiento, se tiende a un consumo más frío e impersonal, a la par que individualista, de algo que en principio fue creado para disfrutar en compañía de nuestros seres queridos.


Y es que yo pienso que en términos sociológicos, el uso de lo audiovisual no debería desviarse jamás de su cauce original. Es necesario compartir en el día a día nuestro tiempo libre con los que estimamos, pues resulta mucho más bello y edificante. Así que aquí les cedo unas muestras de las músicas que contiene este “Music And Sound Effects For Home Movies”, para que a su vez compartan ustedes estos momentos con sus amigos o familiares, que a su vez fueron la banda sonora de los instantes inolvidables de otras personas. ¡Que lo disfruten!


Lost Driver

lunes, noviembre 03, 2008

El Sueño de Polífilo


LUCHA DE AMOR EN SUEÑOS DE POLÍFILO,

DONDE SE ENSEÑA QUE TODO LO HUMANO

NO ES SINO SUEÑO Y DE PASO SE

EVOCAN DE UN MODO EN

VERDAD ELEGANTE

MUCHAS COSAS

DIGNÍSIMAS


El Sueño de Polífilo es una de las obras bibliófilas más bellas del Renacimiento. Tan sólo celebrando sus xilografías el devoto seguidor podría extenderse en peroratas interminables sobre la infinidad de detalles en apariencia irrelevantes que logran que se pierda durante horas en la amable consecución de un pie o en el diseño graciosísimo de un motivo de decoración floral.

La delicadeza y el exceso de la obra subyugan a partes iguales. Su delirio y sofisticación. Quien resuelve penetrar en los laberintos de “El Sueño” debe abandonar su patria y sus recuerdos, por muy bienamados que le sean. Abrirse a los Otros Mundos, como hacemos cada vez que nos encontramos ante una puerta que nos reclama que la abramos, sea en la prosa de Lewis Carroll, en la obra fílmica de Jean Cocteau o cualesquiera otros reinos de la fantasía de los que sea -o sean- devotos.

La Fantasía. Se trata de olvidar pasajeramente el entorno y trasladarse al lugar en el que los acontecimientos y formas son conformes con nuestro paraíso interior. En el caso del Sueño de Polífilo, un recorrido agreste por senderos infrecuentes, arquitecturas visionarias, hembras hermosas hasta el dolor y visiones y más visiones, en ocasiones perturbadoras, en otros casos dulces como un brebaje almibarado que no se agota jamás de su recipiente.


Este ensueño no se lee, ni se ojea, diría más bien que se saborea, siente y goza des del punto de vista más sensualista. Asombra la fisicidad de la obra, la inmediatez de sensaciones y vivencias, como si de la mano de Polífilo fuéramos sorteando nuestras propios engaños en busca de lo más sagrado de nuestro misterio… en busca de Polia.

Alegoría del amor, obra de iniciación alquímica, relato erótico, tratado erudito o compendio de saberes de lo más variopinto. El Sueño se presenta placentero y colmado de dichas y escarmientos.

Para los que quieran probar su sabor dejo unas cuantas líneas:


“Sentados aquí juntos entre las olorosas y primaverales rosas y flores, tenía yo mis ojos muy abiertos y clavados fijamente con gran amor en esta imagen celestial, con todos mis sentidos ocupados en aquella forma tan bella, rara y divina; y me volvían, aunque más agradables, los ardientes y torturadores impulsos, en los que mi alma se derretía de dulzura, hallándome como loco y completamente ansioso y extrañado de por qué razón la preciosa carne de la gordezuela muñeca de la mano de ella, cuando yo la tocaba se convertía en purísima leche y desaparecía de ella el licor purpúreo durante algunos momentos; también me admiraba el arte con que la maestra naturaleza había esparcido en este hermoso cuerpo todo el perfume de Arabia y había fijado la parte más bella del cielo, es decir, la esplendorosa Heraclea, en su frente estelar, cubierta de rizos de oro.

Luego, dirigiendo la mirada a los hermosos y pequeños pies, admiré aquellos zapatos rojos, muy tensos sobre el marfileño empeine, con los bordes en forma de luna y una abertura sinuosa, estrechamente atados con ganchitos de oro y cordones de seda azul, instrumentos aptísimos para quitar la vida y martirizar más el inflamado corazón. Enseguida volvía mi mirada lasciva a la recta garganta rodeada de perlas orientales, no distinguiendo bien la blancura de una y otras; y descendía al brillante pecho y delicioso seno, donde sobresalían dos redondos frutos que hinchaban obstinadamente el vestido, tales como sin duda no los recogió Hércules en el jardín de las Hespérides ni los vio Pomona en su cesto. Estos, blanquísimos, estaban colocados en el rosado pecho como la nieve en la estación de Orión en su ocaso, bajo el cuerpo de pez del plácido monstruo de Pan. Entre ellos miraba con voluptuosidad un delicioso vallecito donde se hallaba la delicada sepultura de mi alma, como no la tuvo Mausolo con todas sus riquezas. Ocupado en esto y con el desgarrado corazón consciente de que los ojos, arrastrándolo a cualquiera de aquellas partes lindísimas, le hacían morir, no podía yo refrenar los suspiros amorosos y ardientes ni reprimirlos tan secretamente que no pudieran oírse.

Por esta circunstancia, ella, excitada y sacudida inmediatamente por el contagioso amor, volvía hacía mí sus miradas dulcísimas que eran envidia del sol, y yo sentía extenderse por mi cuerpo un incendio irritado que se difundía con gran comezón por mis partes bajas e íntimas y luego por todas mis venas. La contemplación continuada de sus nobles e insignes bellezas, hacía que se acumulara en mí una meliflua suavidad y un dulce placer; pero algunas veces, atacado por un apetito desordenado e insaciable y gravemente oprimido por una fogosa e inoportuna excitación, rogándole secretamente con tiernas palabras llenas de peticiones suavísimas y vehementes, deseaba en silencio sus besos sabrosos, húmedos y dulcísimos y su lengua jugosa y vibrante como una víbora, imaginando sentir la extrema dulzura de sus labios sabrosos y pequeños, respiradero de olorosas brisas y de perfume de almizcle de fresquísimo aliento, e imaginaba entrar en el tesoro escondido de Venus y que allí, como un ladrón, inspirado por Mercurio, robaba las preciosísimas joyas de la naturaleza”.