Déjenme contarles un secreto: todavía estoy en Malpertuis. Todavía permanezco en la casa maldita, “mal paso” o puerta al infierno. ¿Cómo no quedar atrapado en la espiral temporal que representa la película? ¿En su alma laberíntica, formada por escaleras que dirigen al inconsciente y por puertas que nos hacen enfrentarnos con el reflejo de un espejo? El amor, la carne y la muerte acechan tras pasadizos secretos o cortinillas de colores. Es imposible resistirse al poder de la magia y la fantasía, y como obra fílmica que desarrolla las estructuras internas de ambos conceptos, Malpertuis es insuperable. Una verdadera “maravilla” que transforma al espectador en actor, para llevarle de la mano por los pasillos de la psique humana: su miseria, sus grandezas; y así de lo más alto a lo más bajo, transcurre la experiencia de Malpertuis, que consigue abolir las nociones de tiempo y espacio.
Esta imagen deudora del surrealismo de De Chirico nos introduce en el universo propio de la película y del mismo modo, nos regala algunas pistas sobre lo que viviremos, y hace de resumen de la aventura. Un periplo. Podemos separar los objetos que aparecen en ella y aislarlos, como conceptos a desarrollar, podemos pasar del busto a la esfera, y luego a la hoja… o llevarlos con nosotros, a modo de amuleto, en el viaje de galerías solitarias que revela la influencia del pintor griego de padres italianos. Pero Giorgio no es el único padre, durante la travesía pueden encontrar huellas de James Ensor, o por supuesto, de Cocteau, pero considero que se trata de pistas siempre legítimas.
He leído algunas páginas sobre el film de Harry Kümel, críticas cinematográficas, pero no las comprendo. Se detienen en disertaciones sobre el argumento, el guión o los actores, analizando las piezas del puzzle de Malpertuis. No es posible. Y por una razón muy simple, la “Leyenda de la Casa Maldita” es una pura obra del fantastique, y como decía antes, si lo quieren, una reflexión sobre sus mecanismos, un manojo de llaves y revelaciones. No hay discurso posible, sólo una vivencia personal y en extremo intensa. ¿Acaso puede alguien explicar sus propios monstruos? Tal vez si hay alguna posibilidad de valorar Malpertuis desde fuera de la trampa, es rememorando el tono que hace específica la película, dicho de otro modo, la forma de vestirla -su mise en scène-. Y he aquí como el autor nos sorprende (y se aleja de la novela de Jean Ray) con el placer por lo grotesco: con sus estampas de vodevil y de circo, con la mascara en todo momento, con el cartón piedra y los decorados que son simulaciones de habitaciones que no existieron ni podrán existir, salvo en nuestra mente creativa, y en la de Cassave.
Por supuesto, si no han gozado de ella, les voy a pedir que entren en la casa. Como bien se dice allí: “si no creen en ellos no hay nada que temer“, así que no pierden nada.
4 comentarios:
pintaza.
me ha encantao eso de no entender las críticas, jojo; me pasa una cosa paresía con 'carnival of souls'!
Si un servidor afirmaba que se la echaba de menos era por delicias como ésta, leñe.
Un placer releerla, sobra decir.
Higro!!!! Gracias :)
Maravillosa esta película, desde luego.
Saludos
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