
En tanto me persigue la melodía de Claude Germain y Dominique Ney, intento sopesar “Mais ne nous délivrez pas du mal”. Su halo poético permanece, así como su asombrosa vehemencia en el relato. Nos encontramos en la soleada campiña francesa, y estas colegialas tienen todo el verano por delante para jugar, para dedicarse a sus juegos. Sólo que en esta ocasión, sus risas no invitan a la comedia, se trata del poder de la risa del diablo de la que hablaba Baudelaire:
«La risa es satánica, luego es profundamente humana. En el hombre se encuentra el resultado de la idea de su propia superioridad; y, en efecto, así como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria, es decir, a la vez es signo de una grandeza infinita y de una miseria infinita. Miseria infinita respecto al ser absoluto del que posee la concepción, grandeza absoluta respecto a los animales. La risa resulta del choque perpetuo de esos dos infinitos. Lo cómico, la potencia de la risa está en el que ríe y no en el objeto de la risa».

Sí, nuestras niñas leen a Baudelaire bajo las sábanas y también los malditos “Les Chants de Maldoror” u ojean literatura erótica, y bajo los efluvios de estas influencias se desmarcan del ambiente de tedio y desgana de la vida familiar y de la rutina del colegio religioso. La película es un elogio a la inmoralidad y un escarnio al mundo adulto. La maldad se desarrolla como la única salida a la fealdad de la vida que se les ofrece a Anne y Lore: pecar se convierte en su objetivo principal. Con la urgencia de su pulsión juvenil, juran amistad eterna y deciden dedicar su vida a seguir a Satán.

Joël Séria nos muestra a sus particulares heroínas dedicando sus astucias a los placeres de la crueldad. Sus juegos infantiles se tiñen del erotismo y la sangre de sus lecturas preferidas y ambas muchachas adivinan que cuando finalicen las vacaciones estivales no habrá posibilidad de escoger.

Gracias a Ezra por la recomendación.