
En palabras del maestro Nerval “El sueño es una segunda vida” o la fórmula que da de la locura “El derramamiento del sueño en la vida real”…
No nos extrañan estas citas conociendo un poco la trayectoria de este escritor que (cito la wiki):
“…en los últimos años de su vida, los más fecundos, sufrió graves trastornos nerviosos, como trastorno bipolar, sonambulismo y esquizofrenia, lo que le llevó a temporadas en varios hospitales psiquiátricos, en donde, lejos de curarse, aumentaba su locura leyendo libros de ocultismo, cábala y magia, pero también escribiendo relatos. En una de las situaciones que provocaban sus internamientos fue el de verlo pasear a una langosta con una cinta rosa”
Su locura, mi locura, es la de muchos. Y sin su exploración arqueológica en el campo de los sueños hoy nos habríamos perdido obras maestras como “Aurelia” en la que sueño y vida, vida y sueño, se confunden de tal forma que ya no son indivisibles, sino una sola vida. El hombre sin trampas ni velos comunicándose con su inconsciente.
Cito a este loco maravilloso porque en las últimas semanas y sin las obligaciones del trabajo y de los horarios, realmente el sueño se ha comido parte de mi otra vida. Me dedico a explorar los paisajes del sueño y después a anotar sobre ellos, como si llevara un “Diario de campo”. Constato que hay una “Geografía del Sueño” y que en mis horas nocturnas se repiten lugares y rincones que sólo existen allí, de la misma forma que me encuentro con gentes que sólo allí habitan. Mis recuerdos diurnos quedan atrapados en fotografías, pero los nocturnos se desvanecen y sólo la pluma puede dejar alguna pista de lo que he visto allí. ¿Para cuando máquinas de fotografiar sueños?
Mi casa de allí es distinta y cuando vuelvo a ella no me extrañan los cambios, ni las paredes que se levantan por encima de mí hasta alturas imposibles. Me rodean los bosques, esos bosques que llevo recorriendo desde niña, que ya conozco, pero que sólo están allí. ¿Mi segundo hogar? Hay un territorio para el miedo y también horas y horas interminables para el amor, que manejo a voluntad casi siempre, pero que a veces se desvanecen de pronto, como el dulzor del caramelo al bajar por la garganta.
El inconsciente manda. No podemos escapar a sus ciudades ni a sus combinaciones imposibles. Que terrible para estos hombres que se creen dioses, inmortales, saber que cada día tienen que volver a dormir. No para los locos.