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En 1965, el prestigioso sello EMI tuvo la sabia iniciativa de publicar álbumes a precios más populares que la mayoría de lanzamientos de su amplio catálogo. Music For Pleasure fue el evocador nombre con el que se bautizó a esta filial, en la que se editaron tanto grabaciones originales como reediciones de elepés ya existentes. Asimismo, haciendo patente la voluntad de dotar de un carácter funcional a la música escogida -¿una inspiración para Brian Eno y su serie “Ambient”?- la mayoría de discos consistían en compilaciones de música popular y clásica, presentados como eso, recopilatorios pensados como una suerte de ‘grandes éxitos’ de cantantes, bandas o compositores diversos, más que ofrecer material anteriormente inédito.
De esta manera, en el subsello tuvieron cabida algunas obras realizadas expresamente para todos los públicos. Música placentera para ser disfrutada por melómanos en general, abuelos, papás y niños. Y fueron sobretodo estos últimos a los que se dirigían títulos como este “My Own ABC Record”de 1972, acreditado a Ernest y Rosemary Burden, junto a partituras originales a cargo de un tal Victor Graham.
Su bella portada nos invita a entrar en un mundo de fantasía, en el que cada canción –sumando un total de 26 temas- se identifica con una palabra, y tiene como protagonistas a animales, profesiones, objetos o medios de transporte que empiezan por cada una de las letras del alfabeto inglés. Se trata de un juguete sonoro más que de un disco al uso, llegando en algunos casos a ser interactivo con el oyente, con una bonita colección de episodios musicados en los que se nos describen momentos de la vida diaria, bajo la que subyace una función educativa.
Prestando atención a las palabras seleccionadas, podemos constatar el hecho –como me hizo notar mi estimada Aura- que estamos frente a un disco destinado más bien a infantes de posición acomodada o de clase media-alta, pues títulos como ‘Y de Yate’ o “V for Vacuum-cleaner” –es decir, aspiradora- reflejan un determinado status social. Al margen de esta reflexión personal, cabe destacar la rica imaginación empleada en lo que a orquestación y melodías se refiere. Hay momentos realmente enternecedores, y otros que resultan ciertamente mesméricos.
Y es que este tipo de obras, disfrutadas por un adulto, pueden resultar auténticas experiencias irrepetibles. Su escucha nos incita a viajar a nuestra propia infancia, y de buen seguro, en el caso de muchos niños anglosajones ya creciditos que pudieran disfrutarlo en su momento, reencontrarse con este álbum puede abrir las puertas a un aluvión de sensaciones y recuerdos. En definitiva, el poder que encierran muchas otras manifestaciones artísticas ante cuyo disfrute nos convertimos en exploradores de nosotros mismos.
2 comentarios:
Me pareció ver un lindo gatito.
El audicionado me ha provocado un serio achaque de violencia incontenida hacia la camada cantora.
Vamos, que no me ha dejado indiferente en absoluto...
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