Hace unos días, a resultas de iniciarme en la introducción de un libro de bolsillo, encontré la siguiente dedicatoria: “El presente libro está dedicado ante todo a aquellos que tal vez reconocerán un trozo de su propia vida en los seres sobre los que escribo, con los que me he encontrado y en cuya proximidad he vivido cierto tiempo. A aquellos que recuerdan nuestras expediciones comunes contra la angustia omnipresente que iba creciendo dentro de su personalidad, germinando a partir de las grietas de las contradicciones insolubles y de la amenaza de un mundo transformado en algo hostil. A aquellos que me han enseñado a comprender sus evasiones a los refugios que proporcionan las ensoñaciones y con los que tuve la posibilidad de vivir tanto los titubeos como el esplendor de los retornos”.
El hecho que el libro en cuestión esté dedicado a los enfermos de personalidad esquizoide o esquizofrénicos carece de importancia. Podría haber encontrado el mensaje de igual modo en una caja de cereales y le habría conferido la misma admiración. Se trata del mensaje, no del mensajero. Se trata de ir enlazando las pistas que he ido recogiendo, una vez han sido lanzadas al aire por los hados. En una tragedia griega, tal vez serían los personajes del coro los que impondrían comentarios sobre los reveses de mi fatal sino, pero en estos años, priman las señales de los letreros luminosos, de las notas garabateadas en libros de segunda mano y sobre todo, los mensajes secretos que algunos artistas grabaron en sus obras inmortales.
Como Eva Syristova, la autora del libro antes mencionado y de su poderosa dedicatoria, quería dedicar estas líneas escritas al azar también a “aquellos” y a vosotros, los que compartís ensoñaciones. Gracias.
* La imagen sobre estas líneas corresponde a “The Rubaiyat of Omar Khayyam“, ilustrado por Ronald Balfour.
4 comentarios:
Aquí estamos, señorita.
Buena noche.
Buena noche, caballero.
Gracias a usted.
Bienvenida al Teatro Mágico. El precio de la entrada es tu cordura. Un abrazo :)
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