Hoy voy a narrarles una extraordinaria historia acerca del regreso de una sacerdotisa egipcia del templo de Isis a la Inglaterra del siglo XX. Tómenla como si se tratara del argumento de una novelilla barata de momias y resurrecciones, aunque no voy a falsear ningún dato de los que he recogido al respecto.
Dorothy Eady nació en Londres en 1904. A la edad de tres años cayó por las escaleras de su casa de estilo victoriano y el médico que la atendió allí mismo aseguró a sus padres que Dorothy había muerto. Muerte clínica, la llaman: pérdida de las funciones vitales. El estupor vino después, pues Dorothy revivió y a las pocas horas de su aparatoso accidente, ya volvía a jugar tranquilamente con sus muñecos. Pero la niña trajo algo consigo de los largos túneles. Sus sueños cambiaron, y por las noches soñaba con un jardín de árboles frutales y un templo con muchas columnas.
La pequeña Eady guardó sus visiones para sí durante algún tiempo, aunque a veces decía a sus padres que aquel no era su verdadero hogar. Pero tal vez no fue consciente del sentido de sus visiones hasta más tarde, y a raíz de dos acontecimientos. El primero fue la visita al Museo Británico. Al entrar en la sala de arte egipcio, se separó de sus padres y corrió a besar con verdadero fervor los pies de las estatuas egipcias que allí se encontraban, para asombro de sus progenitores. El segundo mensaje del destino sucedió al encontrar una fotografía en un periódico del templo de Osiris en Abydos, en la que reconoció su hogar ansiado, aquellas amadas imágenes que se le aparecían en sueños: el templo, los jardines.
La historia continua en forma de obsesión para Dorothy, los sueños ya no sólo aparecen por la noche, sino que comienza a tener alucinaciones en estado consciente, e incluso recibe visitas de un espíritu llamado Hor-Ra que le ilustra sobre su verdadero origen. El amante de su vida pasada, Seti I, también se le aparece y vuelven a tener comercio carnal.
Así se suceden los días de Dorothy, recibe llamadas del más allá y recoge a través de escritura automática descripciones de su vida pasada que traspasa a un manuscrito de 70 páginas. Como no podía ser de otro modo, el mundo egipcio se convierte para ella en obsesión, y cómo todo estímulo poderoso, posee su alma y su actividad diaria hasta que sus pasos la llevan a su hogar y se reconcilia con su identidad, cambiando su nombre por el de Omm Seti.
La historia es larga y pueden curiosear los avatares de la vida de Omm Seti en muchísimas fuentes de Internet: su aportación a la egiptología, sus hallazgos arqueológicos. Toda esta información está fácilmente disponible y no necesitan que les realice un informe. Tan sólo quería llevarles de la mano conmigo a aquel día en que Dorothy cayó por las escaleras de su casa victoriana y esperar con ustedes a que la niña levantara y reanudara sus juegos. Tan sólo eso.
2 comentarios:
Ya he oído hablar de Omm Seti en alguna parte.
Estas cosas del entresiglo aquel parece difícil que se vuelvan a repetir.
Saludos, he cruzado océanos de tiempo para volver a leerte
virgen santa, los designios de ra son inescrutables!
yo una ves me pegué un golpe en la cabesa al ir a rematar un córner que me quedé pajarete y juro que fue el mismísimo elvis el que me ayudó a levantarme!
oche, es más prosaico, pero verdat verdadera!
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