miércoles, septiembre 17, 2008

Sobre Beau Satan de Fonthill y Kitty

Ni en su propia época, ni en los retratos que permanecen, ni siquiera si hubiéramos podido asomarnos a las cálidas entrañas. No es sencillo distinguirlos. Bajo los roces del pincel del célebre pintor de cámara George Romney ambos comparten esa mezcla de indulgencia, desapego involuntario y un fruncimiento de labios, sutil, caprichoso, que señala a los pequeños tiranos, a los príncipes malditos, a los bellos Diablos.

De William Beckford no podría hablar más que a través de pequeños episodios. No me atrevería a más. Vathek es suficiente testimonio, una herencia ilegitima legada a los que se consideran sanguíneos. Vivientes.

Pero me desvío…


Cuando William Beckford conoció a su homónimo, William Courtenay, apodado Kitty por su cohorte de amantes hermanas y descendiente de tres emperadores de Bizancio, como no podía ser de otra forma, se enamoró apasionadamente del muchacho. Una pasión febril que le portaba de la imagen adorada al espejo, del reflejo de los hermosísimos ojos lánguidos a unas pestañas idénticas.


El parecido, como decía antes, era asombroso. Aún con la diferencia de siete años. Para Beckford, Kitty se convirtió en el gemelo inasequible, en la obra maestra perfecta, en el ideal traicionero que podía deshacerse de sí mismo si lo deseaba. El lejano paraíso. La locura ansiada.

Una noche, Beckford se encuentra bajo su mismo techo y aporrea la puerta del chiquillo rogándole que le deje entrar. La puerta no se abre. Kitty se esconde bajo las sábanas. El hechizo nunca se materializará. Beckford escapa.

Me resulta un prodigio. Tal y como resultó todo. Y creo que era esto lo que quería explicarles.


***


He recordado que ayer cumplió años mi querido amigo Mantícora y quería felicitarle.


3 comentarios:

Möbius el Crononauta dijo...

¿Jugaría con muchos jovencitos a su paso por España? oh, notty boy

Roget dijo...

El mejor regalo es que esté usted de vuelta, querida. Gracias.

Roget dijo...

Ah, bueno, y las láminas completas del Thesaurus de Seba, que tuve la suerte de recibir.