martes, octubre 07, 2008

Revolting Rhymes

¿De dónde procede la tentación de recrear los cuentos de hadas? Sea malbaratándolos, erotizándolos, sublimando a partir de ellos fantasías culpables o declarándose discípulo acérrimo. Muchos nos atrevemos a tratar de dar la última vuelta de tuerca a los cuentos heredados de la tradición oral, a las historias pintorescas que nos subyugaban o subyugan mucho más de lo que reconocemos. Será que en el afán cotidiano no padecemos vivencias de metamorfosis inmediatas, ni convivimos con objetos capaces de transformar nuestro destino.

Esta es una idea curiosa, porque un elemento adyacente en los cuentos populares suele ser el de cambio, transformación, consecución de sueños, logros personales y fantasías varias. Tal vez en eso reside su poder, en que logran transformarnos, y si nosotros logramos transformarlos se convertirán en un peldaño más alcanzado de la dorada Escala de Jacob.

Entiendo que para Roald Dahl fuera una tentación evocarlos y arrastrarlos hacia sus deseos. También admito que el pretexto argumental no debía serle necesario, a Dahl le sobraban edificios prodigiosos e historias inusuales. Sin duda concibió que los cuentos de hadas podían convertirse en un arma terriblemente afilada, pero, ¿con qué fin?

Deseó que el príncipe de Cenicienta hiciera rodar cabezas sin ningún miramiento, y que una Caperucita deslenguada sacara la pistola del corsé para apuntar a quien pertocase. Sin duda fueron favoritos suyos esos enanitos apostando a las carreras, una fantasía que imagino común a muchas mentes insignes.

Recapitulando deduzco que el tono de reinterpretación de Dahl se podría definir a partir de una larga serie de calificativos, y se podrían citar los topos del absurdo y del humor negro, del género burlesco incluso, pero tampoco me sirven. De hecho sólo tengo como recurso abrir la primera página, recrearme en los ojos desorbitados que diseña Quentin Blake y sonreír. Como un infante más al que se seduce cuando ruedan cabezas.




5 comentarios:

c dijo...

El reinterpretar los cuentos clásicos, es en sí mismo una transformación. El confirmar que hemos perdido parte de la inocencia, que ya no somos la misma persona que los escuchó por primera vez. Ahora es el momento de ver otros significados, de ver lo que estaba ahí, pero eramos muy pequeños para descubrir.

Möbius el Crononauta dijo...

Todavía tengo clavadas en la memoria las ilustraciones de Quentin Blake para el cuento "Como venció Tom al Capitan Baladron", toda una oda a los chicos vagos y deambuladores.

En realidad si oscurecemos los cuentos populares para niños volvemos en muchas ocasiones a los orígenes de los mismos.

Saludos

Estrellita Mutante dijo...

Échele un ojo al blog de Sarichiella que hizo un especial de Dahl que vale la pena: http://saricchiella.blogspot.com/

JON M ALTUNA dijo...

No recuerda ya dónde leí (y tampoco importa) que en los cuentos de hadas se narran las situaciones más horribles y se exponen los miedos que anidan en el corazon humano; y que el contar cuentos a los niños es el modo natural de iniciarlos en el miedo para que aprendan a defenderse en el mundo. Generalmente (y el ejemplo de Roal Dahl es muy ilustrativo) la narrativa para adultos no es más (ni menos) que la extensión de estos cuentos con un lenguaje y situaciones que serían incomprensible para los niños.
Caperucita, garbancito, Los Tres Cerditos, El patito feo... hablan de muerte, abandono, secuestros y miedo; y son tan útiles para el desarrollo de la psique infantil como ridículos resultan los nuevos padres-psicólogos (comprobado recientemente con unos conocidos) que no leen cuentos a sus hijos porque dicen que se asustan, pero que les dejan ver la televisión a cualquier hora (cuando la televisón me acojona a mí, que llevo años calvo). Hay que joderse.
Por cierto, muchos besos, Aurita, How long...

elpablo dijo...

quentin blake, menudo fierarl. por sierto, un saludo, que desde la reentré no te había diicho ná!