Se atribuye a Paulo Giovio el siguiente epitafio dedicado al poeta tras su muerte:
“Yace aquí el Aretino, poeta toscano,
De todos habló mal, salvo de Cristo
Dando como razón: no le conozco”
De este modo se puso un punto y aparte a las últimas consideraciones sobre el artista más escandaloso de la época. “El Aretino”, llamado así por ser natural de Arezzo, se convertía en leyenda. Personaje tipo o modelo de un tipo de vida disipada y fastuosa que asombraba a sus coetáneos del mismo modo que provocaba críticas feroces, tal y como después sucedería a Lord Byron, William Beckford y tantos otros ejemplos… dándose el caso de que la vida del artista llegaba a ensombrecer su propia obra. El martirio y la gloria de los estetas irredentos.
Y no quiero con esto reivindicar el purismo de la obra de arte, ajena a las vicisitudes del genio. Si algo me maravilla es rescatar las estampas olvidadas de aquellos que vivieron de espaldas a la común mediocridad bienpensante de su tiempo. Los que arriesgaron su fama y su fortuna en pro de algún ideal descabellado.
Pietro Bacci, se hacía llamar “il Divino” y a causa de una asumida admiración hacia su propia persona, se hacía rodear en su casa principesca de bustos de mármol que reproducían fielmente su imagen. Llevaba una existencia licenciosa, envuelto en las riquezas más variadas e inimaginables, ropajes de lo más lujoso, piedras preciosas y objetos diversos, traídos en obsequio desde los más exóticos lugares. Su casa estaba atestada de artistas, mujeres, invitados y sirvientes, formando una verdadera corte de adoradores alrededor de aquella personalidad enérgica e imprevisible.
Se dice que el disoluto general Giovanni de Médicis lo consideraba su confidente y le relataba sus orgías, y que a partir de que muriera, Aretino vivió en Venecia rodeado de todos los lujos posibles. Rodeado de las “aretinas”, las mujeres más bellas, disolutas y obscenas de la ciudad.
A raíz de estas vivencias escribió algunas de sus obras más controvertidas, los “Sonetos Lujuriosos” que debían ilustrar dieciséis escenas diseñadas por Giulio Romano y los “Ragionamenti”, un verdadero manual de prostitución redactado como si se tratase de las memorias de una vieja cortesana, Nanna, que adiestra a una joven inexperta en las lides del comercio carnal. Reflejaba en esta obra la situación que se vivía en ciudades como
El citado pintor fue el encargado de legarnos la efigie del artista en algún retrato. El sanguíneo, el ardiente y sofisticado Aretino. La leyenda cuenta que murió riendo cuando se le reventó una vena del cuello al escuchar a una de sus prostitutas contar un chiste obsceno. Se trate o no de una verdad histórica, es el lazo perfecto para cerrar este breve repaso a la vida del pertinaz y libertino poeta.
2 comentarios:
Así quiero ser yo de mayor
Como de nuevo nos recuerdas, el siglo XV (y el XVI), entre guerra y guerra, fueron muy divertidos
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