Fauno Barberini
El veneno reviste con pan de oro el racimo lagrimoso. La campana se despereza al latido de las tres de la tarde, hora sorda y enajenada de ladridos intuidos en sueños. Es la hora solemne en la que, en saltos, el agua de la fuente gorjea en los oídos desvelándome en la telaraña de hojas de parra, de las ramas del sauce, de las espinas encarnadas de los rosales que se deshojan en tenue brisa.
Me amodorro en la languidez de su perfume balsámico. En la laxitud, reposo sobre el pecho rosado del fauno allí donde duermen malignos sus instintos, donde mi alma florece y se desarrolla en dolorosos firmamentos, y mi cuerpo dolorido se fustiga y se ahíta en soplos de esporas.
Un profundo sopor me debilita en sus besos de moras. Con mi monstruo mórbido dormitando a la sombra me recreo en las gotas diamantinas de uvas rojas como rubíes y en las otras, las del sudor cabalgando en sus sienes, derramándose en las hojas, hirviendo contra las frutas ya maduras que se abren rojizas expuestas al sol.
Un rizo oscuro araña su cuello y exánime busco oxígeno en el ambiente recalentado, olfateando el aire como un animal que intuye el peligro. Y los tintes del cielo se extienden por sus párpados y el minutero enmudece, mecido por el consuelo del abrazo mortuorio.
De nuevo son las tres de la tarde.
Corregio. Venus, Sátiro y CupidoMe amodorro en la languidez de su perfume balsámico. En la laxitud, reposo sobre el pecho rosado del fauno allí donde duermen malignos sus instintos, donde mi alma florece y se desarrolla en dolorosos firmamentos, y mi cuerpo dolorido se fustiga y se ahíta en soplos de esporas.
Un profundo sopor me debilita en sus besos de moras. Con mi monstruo mórbido dormitando a la sombra me recreo en las gotas diamantinas de uvas rojas como rubíes y en las otras, las del sudor cabalgando en sus sienes, derramándose en las hojas, hirviendo contra las frutas ya maduras que se abren rojizas expuestas al sol.
Un rizo oscuro araña su cuello y exánime busco oxígeno en el ambiente recalentado, olfateando el aire como un animal que intuye el peligro. Y los tintes del cielo se extienden por sus párpados y el minutero enmudece, mecido por el consuelo del abrazo mortuorio.
De nuevo son las tres de la tarde.
7 comentarios:
ESO y no chistes, es saber escribir.
Muy bueno Aura. Ojalá no dejen de ser las 3 de la tarde.
Excelente. Supongo que conocerás El gran Dios Pan de Machen y el otrora celebérrimo y maldito Himno a Pan de Aleister Crowley (hay sobre ello en mi blog "undostrescuentos"): en caso contrario, te encantará. Y no pierdas ocasión de comprar "Lovecraft. Una biografía" de L. Sprague de Camp, el libro que te recomendaron, Valdemar, avatares, nº.3,fundamental: me la he leído dos veces. A ver si cae la tercera. Ahora estoy releyendo a HP.L., a Poe y a Machen. A mis espaldas me observa el Fauno de POmpeya, lo que me recuerda que debo hacer ciertas cosas. ¡Un saludo, buena luna y carpe noctem!. E.
¡Menudo nivel!
Qué sugerente eres. Me gustan tus palabras porque parecen susurros acaramelados.
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