
La recomendación de hoy parte de un cariño especial a esta peliculita erótica. No les engaño, no es una joya del séptimo arte y si lo fuera no me gustaría más. Se trata de un acercamiento al despertar sexual de una adolescente, un tema bastante gastado, cierto, pero gracias a Dios se huye de las referencias obvias y

Alice (las referencias a Wonderland se esparcen por doquier, y no sólo en las diademas azules) vive con sus padres el hastío de un verano rural, un calor húmedo y pegajoso en un escenario terriblemente feo. La película incide en la tosquedad del entorno, en el ambiente rustico y sin ningún atractivo de los días interminables. Alice y sus malos modales, su impertinencia, son las piedras preciosas que se esconden tras las sábanas donde se tiende a tomar el sol. Por suerte para ella, sus excursiones en bicicleta le permiten pasear hasta la serrería para enseñar las bragas a los obreros y suplicar sexo.

Dirigida y escrita por Catherine Breillat (guionista también de Bilitis), se nota que es una obra pensada y sopesada con mucho cariño, siendo además su primera película como realizadora. Breillat explora el concepto de experimentar, de pasar al otro lado, abrir los ojos y abrirse al mundo. Nuestra adolescente rompe el cascarón para sentir la textura de la yema de huevo en sus dedos, de la orina, de la cera de los oídos o de las vísceras de un gallo. Duerme en sus propios vómitos. Se masturba con cualquier objeto que se presta a ello y se arrastra sin ropa interior por la tierra y por la hierba.

Es el desasosiego de la sangre joven. El escozor.

Alice se maquilla a escondidas, escribe un diario con tinta roja, se escapa hasta el pueblo para ver a los jóvenes y deja que un chico juguetee con una lombriz en su sexo. Así es nuestra hija...

Les invito a buscar la película y visionarla sin prejuicios, y si se enamoran de Charlotte Alexandra les recuerdo que vuelve a aparecer en “Contes Immoraux”, en concreto en la segunda historia, la de “Teresa Filósofa”, muy rubia y muy bella.

