viernes, noviembre 09, 2007

Historias de mi Vida

Como explica Jean Marais, en su evocadora autobiografía de tono infantil “Historias de mi vida”, cuando vivía con Jean Cocteau en el 19 de la place de la Madeleine muchas noches el mago francés deslizaba por debajo de la puerta que separaba sus habitaciones poemas.

Al despertar, Marais encontraba en el suelo una o varias hojas de colores, plegadas con formas diferentes, a veces en forma de estrellas… Imagino que nada más abrir los ojos la costumbre le llevaría a mirar aquel lugar predilecto donde los regalos se debían amontonar. Y su primera ocupación del día sería leer aquellas preciosas cartas:

GRACIAS

Pensaba: he vivido la mitad de mi vida
No tengo más ganas de vivir.

Llegaste de aquel mundo desconocido de donde salías
(de allí me llegaste)
De aquel mundo enigmático donde viven los demás
Los indiferentes y los nuestros

Salías del destino que forma su misterio
Con los secretos de la tierra

De allí llegaste a mis sentidos descontentos
Como los pólenes de la primavera

Me llegaste, Jeannot, como un polvo de árbol
Como quien encuentra un Eros de mármol

Poco a poco fui sabiendo, reconociéndote
Y comprendí que nacía

VUELTA AL MUNDO

Decir que a todos los países
Que no hemos visto juntos
Los desprecio, los odio
Salvo en lo que a ti se parecen.

Cuerpos alados, árboles de rizos de oro
Un hombro, un bosque rubio,
Sólo amo de esta vuelta al mundo
Los pálidos reflejos de mi pequeño durmiendo.

Y luego están estas cuatro líneas. Tengo que confesarles que las reescribí, en una hoja de color naranja, y que las llevo siempre conmigo, dobladas, como una especie de amuleto. Son los versos más hermosos que he leído nunca, y no por sus cualidades literarias, sino por ser VERDAD. Un momento de VERDAD congelada que llega a mis manos y a mis labios abrasándome:

La vuelta al mundo es un pobre viaje
Al lado del viaje que me lleva contigo
Cada día te adoro mejor y más
Donde tú vives es mi techo.

Gracias” es el título del primer poemilla que he trascrito. Y no es casual. No sé si recuerdan aquella fotografía en la que fui fantasma. Ya no lo siento así. Cocteau es uno de esos pocos genios que te coge de la mano y te sube con él a la escalera de Jacob. Yo soy Cocteau, y soy Marais, y soy su obra, cada una de sus obras. No puede ser de otra manera. El ángel francés lo ha querido así. Se ha abierto en canal, me ha mostrado sus vísceras, su interior de algodón y sangre, y me ha nutrido. Este tipo de vivencias los he sentido en contadas ocasiones, pocos se crucifican de este modo, con paciencia infinita, sin temor, con una sonrisa. Cocteau te pone el espejo delante y te dice: este eres tú, soy yo, déjate ser, yo te dejo verme.

Y eso no se olvida.

Quisiera llegar a eso algún día...

9 comentarios:

c dijo...

Me encanta esa definición de los poemas de Cocteau porque es perfecta: Regalos. Pequeños regalos que te dejan sin palabras mientras los lees y que te acompañan allí donde vas. Un post muy bello, Aura.

Anónimo dijo...

Y además, un precioso dibujo

Nicho dijo...

Me quito el sombrero.

Aura dijo...

Muchas gracias por los comentarios, mes anges...

el loco oficial dijo...

Un bonito regalo el que me ha hecho usted en esta preciosa mañana de sábado. (por cierto voy a poner ahora mismo un disco de serge gainsboug, me lo ha inspirado usted Aura).

Anónimo dijo...

es usted un cielito

Pussy Galore dijo...

Me ha encantado lo de los poemitas por debajo de la puerta. Durante la universidad, alguien me dejaba poemitas en la bicicleta, y ese se convirtio en mi aliciente para ir a clase.
Un beso y buen fin de semana.

Higronauta dijo...

Bello despertar el de Jean Marais.

elpablo dijo...

joer, así nos tendríamos que despertar to los días!