miércoles, enero 21, 2009

La Jerarquía Astral


En el movimiento combinado de estirarme mientras me dejo caer de espaldas sobre la manta aparece una silueta al fondo, junto a la construcción. Acaso agita la mano, comunicándome desde su posible distancia algún tipo de complicidad. Aunque me sorprenda ligeramente, mi reacción apresurada es responder con un torpe estremecimiento de mis brazos. Tal vez ahora se asome a la ventana. Quien sabe si proviene de algún fotograma de la maldita obra de Dreyer que posee tanto poder para subyugar a los velados durmientes.

Me distrae una leve brisa que proviene de no sé qué ángulo de la imagen capturada. Vive sin necesidad de recurrir a mi presencia. Subvierte el orden establecido en el que debería de considerarme espectadora. Pero esta palabra es sólo un truco, entiendo, para no mirar. Discierno que si no espero puede suceder, y así surge naturalmente la existencia.

Del mismo modo me encuentro presa en el dormitorio de la casa, atada por la pesadez de un lecho que me impide incorporarme. Ahora el paisaje me pertenece, dada mi intrusión, y me otorgo el derecho de contemplarlo y recorrerlo desde el lado opuesto. Un arbolillo al fondo y un nuevo don adquirido, el de anticipar el flujo del acto. Conseguiré así que un leve movimiento de mi mano imprima en el aire las señales que transmitirán un impulso al desplazamiento de las masas de aire. Algún cuco se agitará entre la hojarasca y emitirá el débil sonido que me permita salir de aquel espacio.

Aunque me erijo en dueña del reino, comprendo que no puedo interferir, y la diferencia entre participar e interferir se hace aquí esencial. Si lo hiciera, sé que ellos podrían tomar represalias, y la paz me sosiega, me es confortable y necesaria. Tomo el camino, como si otra fuera la decisión, y al acoplarme a los surcos, me desligo de la antigüedad que quisiera perseguirme, alargando una nueva risa impenetrable.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

:O

Anónimo dijo...

Me ha llamado la atención el blog, la verdad, a raíz de un enlace que me ha enviado un colega en el que hablabas en el 2006 de un síndrome cuyo principal síntoma era la hiperoralidad, creo que se escribía así, y una cierta hiperactividad sexual...

Habías escogido el cartel de Lolita para acompañar el texto.

Prometo regresar.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado