
Alexander Nikolayevich Scriabin nació en Moscú una Navidad de 1872 y murió durante la Pascua de Resurrección de 1915, aunque ignoro si esta curiosidad en las fechas fue lo que le llevó a escribir en uno de sus secretos diarios filosóficos “Yo soy Dios”.
Afamado pianista en vida, a pesar de sus manos que eran demasiado pequeñas para ejecutar algunas piezas, su proyecto más ambicioso era desarrollar un trabajo multimedia en el Himalaya que trataría sobre el Armageddon.
La teoría del Superhombre de Nietzsche y la teosofía de Mme. Blavatsky le habían influido muchísimo en su obra y en su concepción musical (incluso fue a Londres a visitar la habitación en que Helena Blavatsky murió). Dane Rudhyar, teosofista y compositor, escribió que Scriabin fue "el gran pionero de la nueva música del renacimiento de la civilización occidental, el padre de la música del futuro".
Pero vuelvo a su proyecto megalómano en el Himalaya que nunca logró concluir: La pieza iba a llamarse “Mysterium” y se representaría durante siete días, emulando la creación del mundo, en las faldas de la montaña. Según Scriabin se trataría de "una grandiosa síntesis religiosa de todas las artes que anunciaría el nacimiento de un nuevo mundo". Después de su ejecución el mundo se disolvería en éxtasis.
La representación incluiría música, olores y danza: unas campanas suspendidas de las nubes convocarían a los espectadores, los preludios serían como sonrisas y las codas como puestas de sol. Habría llamas en forma de rayos de luz, lenguas de fuego, perfumes que se esparcirían en el aire…
Todo este complejo montaje proviene de la teoría de Scriabin de que la música no es “solo” música. Scriabin creía en la idea de “Obra de Arte Total” que había asimilado de Wagner y buscaba una simbiosis entre filosofía, religión y arte que a través de la música produciría el éxtasis. A través de sus ritos musicales quería recuperar la historia antigua del poder mágico. Habitualmente para sus composiciones musicales no sólo requería el aparato orquestal, sino que utilizaba proyectores que reflejaban unos colores que el había predeterminado y que estaban en sincronía con la música. En sus partituras había un apartado especial para sus “Luces”. Además de toda la parafernalia que había ideado para su obra magna el “Mysterium”.
Lástima que se quedara en una utopía y que nunca llegara a realizarse.