jueves, enero 15, 2009

I Am A Child. Program Me! El Mundo De Bruce Haack


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Lost Driver


En el documental “Haack: The King of Techno”, dirigido en el 2004 por Philip Anagnos, la profesora de baile para niños Esther Nelson nos relata el siguiente episodio:

“En una ocasión, mi hija preguntó a Bruce: ‘¿Cómo puedes crear esta música tan bonita?’, a lo que él contestó con otra pregunta: ‘¿Cómo eres tú tan bonita?’ Y ella respondió: ‘Simplemente, lo soy’. Bruce dijo entonces: ‘Bueno, pues yo simplemente puedo.’”

Esta breve pero significativa anécdota encierra la entrañable personalidad de un músico, Bruce Clinton Haack, nacido en 1931 en la localidad minera de Rocky Mountain House en la provincia de Alberta, Canadá. Un hombre cuya desbordante imaginación nos legó una serie de obras musicales extrañamente mágicas, anticipando una manera de comprender el mundo, si cabe, más fascinante todavía.

La infancia de Haack transcurrió solitaria, cuyo aislamiento fue el caldo de cultivo de su innata habilidad para la música: a los 4 años empezó a sacar melodías del piano familiar y formó parte de bandas country en su adolescencia. Asimismo ya mostraba un más que incipiente interés por los instrumentos electrónicos y los experimentos con la cinta magnetofónica. Y es que en este campo, Haack puede verse como un auténtico precursor –algo así como una versión canadiense de Joe Meek- en el diseño de artilugios para crear su propia música.

Después de graduarse en psicología en la universidad de Edmonton, se trasladó a Nueva York para estudiar composición musical, donde conoció en la Juilliard School a Ted “Praxiteles” Pandel. Juntos escribieron diversas canciones pop en los 50 y los primeros años 60, cuando tuvo lugar la primera aparición televisiva de Haack: una alucinada audiencia presenció como éste extraía sonidos de Pandel simplemente tocando su piel, a la manera de un theremin humano. Pandel habla de Haack como una persona alegre y familiar a la par que más bien débil, que dependía de sus amistades pero con un gran entusiasmo y una capacidad de ilusionar a todos los que se acercaban a su universo tan particular.



Sin embargo, la colaboración más prolífica de nuestro protagonista fue la que llevó a cabo a lo largo de toda la década de los 60 con la citada Esther Nelson, primeramente acompañando al piano sus clases de danza para niños, para luego editar una serie de elepés educativos destinados al público infantil, trufados de cancioncillas tan divertidas e imaginativas como experimentales. Esta labor nos revela a Haack como lo que siempre fue y él mismo anhelaba ser: un niño-adulto, jugando con la música y sus innovadores aparatos. Compartiendo sus sueños con otros niños, dejando atrás sus días solitarios y nevados en Alberta.




En los 70, su música serpenteó por derroteros más oscuros, en discos como “Electric Lucifer” (Columbia, 1970) o “Haackula”, editado en CD hace pocos años ya que en 1978 ninguna compañía quiso publicarlo debido al contenido de sus letras: el niño canta sobre la frustración y el desencanto con un mundo –el del show business en particular, y tal vez el propio mundo adulto, en general- que no llega a comprenderlo del todo, tal vez por lo avanzado de su propuesta. Fallecido en 1988, su epitafio reza: “Estoy agradecido y orgulloso de que hayas venido por aquí”.

Quizá sea esta injusta incomprensión de su genialidad sufrida en vida lo que me lleva a emparentar el alma de Haack con la de nuestro genio patrio Luixy Toledo, en cuya trayectoria igualmente visionaria y la manera de entender la música como un juego, veo a ese infante que se resiste a sucumbir a la seriedad y las reglas de los mayores. Ambos comparten también una increíble habilidad para componer canciones sobre casi todo lo que uno pueda imaginar, sirviéndose de sus sintetizadores y secuenciadores. Me los imagino juntos en una colaboración imposible, poniendo música a este mundo en el que no deberíamos dar la espalda tan a menudo a este ser pequeñito que vive dentro de todos y cada uno de nosotros.

Como despedida, aquí les dejamos con este recopilatorio, Hush Little Robot, que comprende una selección de sus trabajos. ¡A jugar se ha dicho!



Lost Driver

4 comentarios:

Anónimo dijo...

buen post!
a ver si le puedo pegar una escuchada aqui en mi improbable curro.
ta luek
F.

Möbius el Crononauta dijo...

Anda, el Electric Lucifer lo escuché hace ya tiempo y flipé un buen rato. Desde luego era algo especial. Quizás demasiado, no sé.

Saludos

Dr.Benway dijo...

Aura siempre descubriéndonos cositas... :)

Higronauta dijo...

Coñe, sepa que me ha dejado resquebrajado con su correlación Haack-Toledo, pero, pardiez, cuánta razón tiene.