
Bebe era pianista e investigadora de la revista Life, y Louis había estudiado música en la universidad de Chicago y posteriormente había pasado varios años en la jungla mejicana intentando componer. Pero, ¿quién le habría dicho a esta feliz pareja que un regalo el día de su boda iba a ser crucial en sus vidas? Debió ser un buen amigo quien les regaló un magnetófono con el que empezaron sus jueguecitos y su interés por la electrónica.
Sus primeras aventuras fueron varios albumes que editaron con sello propio: “Sound Portraits”, de escritores como Anaïs Nin, Henry Miller, Aldous Huxley y Tennesse Williams a los que grababan leyendo fragmentos de sus obras o improvisando.
No fue hasta que no se mudaron de California al Greenwich Village neoyorquino que no empezó su actividad musical, a partir de sus colaboraciones con John Cage. En esa época conocieron a muchas personalidades artísticas del momento como Jackson Pollock, Stockhausen, Varèse, Boulez, etc.
Pero su gran creación surgió a raíz de una fiesta en la que se presentaron al presidente de MGM, Dore Schary, al que estaban deseando conocer. En la conversación él se interesó por sus experimentos sonoros y poco después ya firmaron contrato con la Metro para la que fue la primera banda sonora electrónica: Forbidden Planet. Actualmente está muy superado el concepto de banda sonora para peli de ciencia ficción con sintetizadores, efectos de ecos, biiips y clicks varios, pero en 1956 los Barron fueron pioneros, Forbidden Planet fue toda una revelación musical que acabó nominada al Oscar.
Como banda sonora electrónica, por eso, Forbidden Planet es anterior a sintetizadores y samplers. Para entender como trabajaba Louis tenemos que referirnos a sus influencias, sobre todo en cuanto a ciencia cibernética y concretando al libro del matemático Norbert Wiener de 1948: “Cybernetics: Or, Control and Communication in the Animal and the Machine”. Esta obra propone que algunas leyes naturales de comportamiento son aplicables a los animales y a la maquinaria moderna más compleja.
A partir de esta teoría Louis construyó circuitos electrónicos que funcionaban de forma análoga al sistema nervioso humano y que manipulaba para generar sonidos que emulaban estados anímicos tales como serenidad, ira, amor, etc.
Sólo así se puede explicar la magia y complejidad de la electrónica primitiva de esta Tempestad shakesperiana ornada de sonidos de pisadas de monstruos misteriosos, efectos de burbujas, ruidistas deceleraciones de la nave y demás parafernalia sonora.