viernes, noviembre 04, 2005

Indigo Eyes



Despierto en lagos manchados de motas verdes. Simas en las que el trastorno se extravía en breves bocanadas, mordiscos de azúcar etéreo que se derriten en formas angulosas chorreando néctar en fresco brebaje. Me columpio sobre esos mares, los encajes se rizan en la espuma y el agua me salpica. Despierto en el aleteo de alas de la mariposa oscura, esa que me revuelve el estómago y se interna por las paredes de mi fisonomía interna cosquilleando deseos y vericuetos jamás soñados.

Despierto. No hay luz. Sólo un tierno olor a almizcle que me adormece de nuevo. Arañas y candelabros dorados me rodean. Me abrasan las llamas. Lenguas de fuego me acarician sin llagarme. El vaivén de las olas me mece en el camarote, está húmedo. La madera enmohecida gime en un ritmo sincopado. Extiendo los dedos al azar buscando a tientas. ¿Donde está el dulce sopor que adolece de azuzarme, al que agoto?

Despierto, tantas veces. Es un continuo temblor y un parpadeo. Me dejo llevar... aunque no se donde. Es la convulsión cálida que me lleva y me trae.

No despierto. Estoy en los anillos del iris. Cedo... y la dulce belleza se aferra a mis tobillos. Estaba a los pies de la cama, como un animal escondido.

1 comentario:

Kepa dijo...

Barroco. Es lo que me ha venido a la cabeza cuando he leido tu texto.