miércoles, mayo 14, 2008

Mikres Afrodites (1963)

Eros jugando al escondite. Las redes ineludibles que extiende el dios primordial de la lujuria, pero también el dios de la Luz originaria. Los poderes de Eros: la diversión, el movimiento, el caos… todos estos elementos confluyen el la deliciosa Mikres Afrodites de Nikos Koundouros. Una película para apagar todos los relojes y abrir una ventana de imágenes a la Grecia clásica, aquella en la que Teócrito ponía luz a los amores pastoriles.

Y no es la única referencia literaria la de Teócrito, “Mikres Afrodites” es también una adaptación de la novela de Longo Dafnis y Cloe: la historia de dos jóvenes pastores que al crecer juntos, acaba surgiendo entre ellos la pasión. Pero Koundouros toma estos personajes simplemente como punto de partida para tejer su propia historia: un grupo de pastores nómadas acosados por la sequía deciden establecerse un tiempo junto a un pueblo de pescadores mientras esperan las lluvias. Los hombres del pueblo están fuera, pescando, y sólo algunas mujeres toman contacto con los viajeros. Pero serán estos tímidos acercamientos los protagonistas de la cinta, dos narraciones paralelas acerca del tránsito del amor, del ciclo vital y de las edades del hombre.

Porque las dos historias que Koundouros nos cuenta, una de amor adulto, la otra de iniciación al amor, plantean el juego amoroso como una caza: ternura y violencia, susurros y gritos, persecuciones, preámbulos. Los protagonistas se mueven en una atmósfera sensual, semidesnudos, rodeados de los poderes de los cuatro elementos y aprendiendo los misterios iniciáticos del sexo de los animales que los rodean.

Un maravilloso universo de símbolos, un paraíso pagano dorado continuamente por los rayos del sol. Imágenes que permanecerán para siempre en la retina, como poesías. Momentos eternos reproducidos en una pantalla que se transforma, durante una hora y media, en un espejo de nuestro pasado.


4 comentarios:

Nicho dijo...

Lujuria, luz, caos, movimiento. Cuentan que Borges (siempre empieza o acaba uno citando a Borges, coño) eso de la experiencia primeriza de la "pequeña muerte" le causó tal caos que se metió en la biblioteca de su padre para siempre. Lo entendió bien: como la muerte común, produce un desorden silencioso que merece un respeto, coño. No sé, quizá le hubiera venido bien una sesión de amores pastoriles.

Un saludo, Aura, es un consuelo que, aunque sea sólo de vez en cuando, nos deje estas perlas.

Lostdriver dijo...

Cuanta belleza encierran estas imágenes. Qué hermoso es lo...salvaje ;)

Dr. Hichcock dijo...

Estimada Aura, gracias por darnos a conocer esta oscura joya. No la conocía absolutamente de nada y sin embargo sin título me ha dejado una sensación de déjà vu que me ha hecho cavilar durante un momento, pero nada, no sé de qué puede ser.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Un paraíso pagano: ahí es donde quiero yo ir a parar.