Amalia tuvo desde muy temprana edad una relación realmente intensa con la muerte y con las presencias etéreas que venían del más allá. A los 25 años murió su madre y Amalia perdió la memoria durante tres meses. En sus memorias describe su voluntad de reabrir su tumba para volver a verla. Poco tiempo después tuvo una visita nocturna de su madre, que se le apareció “con un negro traje, con su blanca toca, y un manto que la envolvía (…). Vi que su rostro no era ni sombra de lo que había sido, de sus ojos sólo quedaban los cóncavos huecos, su nariz y su barba se unían…”
Tras esta experiencia del horror Amalia volvería a tener experiencias con espíritus. Explicaba que habían tenido que ver con su recuperación de la vista. Un día sintió en la cabeza una sensación de dolor intenso y oyó voces que le decían: “¡Luz!”. Al mirarse en el espejo se vio mucho más recuperada, con una capacidad de visión desconocida hasta entonces para ella.
Siendo el tema del espiritismo una verdadera obsesión para ella, no es de extrañar que sus artes literarias se dirigieran en esa dirección. Los 18 relatos de “Cuentos Espiritistas” son breves historias confesadas a Amalia por personas de su entorno y protagonizadas por espectros que vuelven del otro mundo o son reencarnados. No se puede decir que sean cuentos de terror, ya que la mayoría tratan del tema del amor eterno que sobrevive más allá de la muerte. Niños agonizantes y adolescentes consumiéndose, en los que va marchitando su demacrada belleza, pueblan sus páginas.
Les dejo un pequeño fragmento:
“Notamos todos los de la casa que la niña siempre miraba a un punto fijo, se reía, agitaba las manos y hacía esfuerzos por trasladarse a aquel punto. La primera palabra que pronunció no fue la que dicen todos los niños, de papá o mamá; ella dijo: «¡El nene, el nene!», y siempre señalaba, como si viera a alguien.
Cuando la dejábamos en la cuna, se ponía de modo que siempre dejaba sitio desocupado para que se acostara otro, y cuando yo la levantaba, me decía muy contenta: El nene está aquí»; y señalaba el lado que ella había dejado vacío. Transcurrió así su infancia”.
14 comentarios:
¡Fantástico! Nunca había oído hablar de ella y no se qué me puede apasionar más si sus relatos o su propia vida.
Me ha dado un escalofrío.
La frase final resuena con una fuerza enorme.
En cierto modo cada uno escribe su vida.
No había oído hablar de ella. Intentaré encontrar este libro, lo del nene es terrorífico.
No dejará usted nunca de sorprenderme. Y, no se lo tome a mal, pero es una fuente de recursos inagotable para un servidor.
se me ocurre que la niña del nene, de mayor ha tenido que ser una buena pieza.
Uno de los sueños recurrentes que tenía en mi infancia (y hace tanto que ni lo recordaba) es una sombra de la que solo se veían los ojos, justo al pie de una cuna. Yo no era el de la cuna, si no al que la sombra miraba casi oculta. No recuerdo la cuna de mi hermano pequeño (al que saco 6 años), pero es un recuerdo bastante desagradable, ahora que esa historia me lo ha recordado.
desde luego, cuando baja su ritmo de "un post por dia" se la echa de menos ;)
nice post!
¿Es del estilo de Emilia Pardo Bazán? No he leído a ninguna de las dos escritoras, pero por lo visto deben ser precursoras de libros góticos y de espíritus.
Interesante aporte, gracias.
Sí, es del estilo. Precisamente en la misma colección de Clan de cuentos de escritores españoles se pueden encontrar volúmenes con relatos de ella.
En la casa de mis abuelos, en el pueblo, los muertos, bueno, las muertas, se aparecían siempre haciendo ruidos, como cuando se arrastra una silla o cruje algo. También les gustaba parar un reloj enorme, o que diese la hora a deshora. Yo sólo llegué a oir los crujidos, siempre oigo crujidos allá donde quiera que vaya.
Un saludo, Aura.
Historias de fantasmas... ¿no les recuerda a acampadas nocturnas alrededor de una fogata? Ay, el placer de contar historias, de narrar... no quedan narradores, decía Walter Benjamin... no la conoció a usted, Aura.
mi abuela tiene un par buenas de estas para contar. en una de esas estuve yo presente, ay qué canguelo! me apunto el libro pa regalar, parese mu bonito!
Yo aún recuerdo el terrible impacto que causó en mí descubrir la muerte de pequeña. Después, rondaba el patio del colegio diciéndole a las niñas: "Tú te vas a morir. Y tu mamá, también se va a morir..." En fin...
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