martes, diciembre 23, 2008

Poison Ivy


De ningún modo puedo reprocharle haber sido así y habérselo permitido… incluso ahora. Como si no supiera del corte de sus dientes. No es posible erigirse en verdugo ante un gato montés. Soy consciente de ello, y tal vez lo era entonces, pero había demasiado brillo alrededor, en aquel pico desigual, para intentar descifrar cualquier cosa, el gesto más nimio, de mí o de Ivy.

El poder de obrar se ralentiza y las decisiones se cambian los cuerpos si uno sostiene el peso del mundo sobre los hombros. Sólo hay aleteos feroces sobre los cristales, y una admiración de la belleza contemplativa, en escasísimas ocasiones activa.

He dejado crecer la hiedra. La mala hierba. Ha entrado en mi casa, y ha agasajado a mis padres, incluso dio de beber a mis animales. Nadie la había dejado llamar a la puerta. Se asustaban de sus colores llameantes, del terciopelo de su piel moteada. Se ha apropiado de la música, tiñéndola de un verde ponzoñoso, y se ha enroscado en los cuadros, rompiendo las bocas y los ojos de los retratados en los lienzos.



Casi nadie escuchaba a Ivy. Su boquita de corazón parloteaba y parloteaba salpicando de cristales el aire. Poseía con el llanto abrasador del nepentes, con sus danzas macabras; al cantar, su aliento se arrastraba desde algún lejano rosetón perfumado, y al lanzarse desde la negrura del cielo, atravesaba la flor sacrosanta de una estocada escarlata.

No quise arropar a Ivy. Ni enjugar sus heridas con benjuí. Me consolaba su contorno despidiéndose en el aire. Sus muecas desde histéricos fantasmas imaginarios. Se anudaban en mi garganta, enroscados, sus brotes sanguinarios, cosquilleando desde el eco del teatro de sombras.

Nada ha perdurado. Crece. Llena de plagas los campos, pica de viruela a los infantes. Ha raptado alguna emoción del cajón de los cubiertos de plata y anda desvariando, blandiendo el arma de barro, que se le deshace en las manos. No habla. Jamás asiente. Mordisquea sus propias hojas… Veo a Ivy despuntando desde el campo de trigo. No se acerca.

Con las otras hierbas.



6 comentarios:

Cristian Porres dijo...

Apreciada Aura,

Elvis tiene algo muy importante que decirte…

http://pastisset.blogspot.com/

Möbius el Crononauta dijo...

Mmm sólo se lo que dice la canción. Puedes mirar, pero no toques.

PD: increíble la portada de Peter Lauch. Le hace a uno aullar como un lobo.

Saludos y feliz whatever

David S dijo...

Influido por el texto, he creído ver una espada de barro donde solo había una cuerda de columpio.

Fantástico delirio el suyo, Aura, que le está haciendo construir todo un lenguaje formado exclusivamente por muñecas recortables.

Aura dijo...

Hola David,
Creo que en muy pocas ocasiones mis textos tienen un único sentido, o discurso, y éste no es uno de ellos. A veces una simple hierba sirve para explicar muchas cosas...

¡Un saludo!

David S dijo...

Lo del lenguaje de muñecas recortables ha sido una pequeña licencia poética. Se me ha ocurrido y tenía ganas de escribirlo. Aunque ahora hubiera escrito, mejor, "alfabeto de muñecas recortables". Yo que sé. Una niña autista comunicándose con los demás por medio de esas pequeñas figuras de papel...:)

Nada que ver con lo suyo y nada que ver con nada...Jejeje.

¡Saludo!¡Y gracias por guardar el bote de Vicks Vaporub!

amulet88 dijo...

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