martes, abril 12, 2011

Mais ne nous délivrez pas du mal (1971)


En tanto me persigue la melodía de Claude Germain y Dominique Ney, intento sopesar “Mais ne nous délivrez pas du mal”. Su halo poético permanece, así como su asombrosa vehemencia en el relato. Nos encontramos en la soleada campiña francesa, y estas colegialas tienen todo el verano por delante para jugar, para dedicarse a sus juegos. Sólo que en esta ocasión, sus risas no invitan a la comedia, se trata del poder de la risa del diablo de la que hablaba Baudelaire:
«La risa es satánica, luego es profundamente humana. En el hombre se encuentra el resultado de la idea de su propia superioridad; y, en efecto, así como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria, es decir, a la vez es signo de una grandeza infinita y de una miseria infinita. Miseria infinita respecto al ser absoluto del que posee la concepción, grandeza absoluta respecto a los animales. La risa resulta del choque perpetuo de esos dos infinitos. Lo cómico, la potencia de la risa está en el que ríe y no en el objeto de la risa».


Sí, nuestras niñas leen a Baudelaire bajo las sábanas y también los malditos “Les Chants de Maldoror” u ojean literatura erótica, y bajo los efluvios de estas influencias se desmarcan del ambiente de tedio y desgana de la vida familiar y de la rutina del colegio religioso. La película es un elogio a la inmoralidad y un escarnio al mundo adulto. La maldad se desarrolla como la única salida a la fealdad de la vida que se les ofrece a Anne y Lore: pecar se convierte en su objetivo principal. Con la urgencia de su pulsión juvenil, juran amistad eterna y deciden dedicar su vida a seguir a Satán.


Joël Séria nos muestra a sus particulares heroínas dedicando sus astucias a los placeres de la crueldad. Sus juegos infantiles se tiñen del erotismo y la sangre de sus lecturas preferidas y ambas muchachas adivinan que cuando finalicen las vacaciones estivales no habrá posibilidad de escoger.


Gracias a Ezra por la recomendación.

miércoles, abril 06, 2011

Begotten


No. No estoy muerta. De algún modo vivo, aspirando el aroma de las flores extraviadas: de aquellas imágenes que han sido y son mi inspiración. Fotogramas de luz sobreexpuesta o de un blanco y negro de alto contraste, sin tonos medios.
Aún soy consciente de que hay algo oculto tras las colinas, esperando que encuentre el atuendo apropiado y así poder aventurarme en su búsqueda. Y, de hecho, creo que cada recuerdo vívido, latente, me acerca a ese misterio presentido de la carne y la sombra de los huesos. Tan lejos, tan cerca. También me empujan a la caza aquellas fotografías que deslumbran a causa de la intensidad de su pureza. De ellas recibo guiños y mohines a cambio de mi pasividad. Pero no me disgusto. Sonrío.
No hablo mucho. Pero sí miro.