jueves, octubre 27, 2005

De Lirios



Ella solía aspirar las flores como si las devorase. Espíritu infantil en la rama. Soliloquios enredando los bucles en dedos carnívoros. Con el refresco a un lado y al otro “Una temporada en el infierno”. Con los labios impregnados de naranja y las abejas zumbando alrededor pegajosas.
Se infectan las tierras allá donde camina, dos metros sobre el suelo en el purgatorio implícito en su aureola rubia. Pérfida se ofrece y se niega, tumbándose sobre la corteza de corcho, mostrando venas azules, mostrando estigmas en sus manos cárdenas de donde brotan arenas oro y fotografías simuladas, a todo color, veladas… en blanco y negro de cruces.

El erotismo es una pequeña mancha en la piel de su cuello. Una mancha rosada que se nos escapa y que nos duele, dentro, apareciendo y borrándose en sus estudios de demonología.

Tanto como su carne florece y se marchita muriendo y desvelándose en cada minuto de penumbra, su aire funesto vuela entra las hojas que bailan como picas creando sombras en sus piernas. Un caracol asciende por su tobillo, dejando el rastro que la intriga y asombra. Ya se levanta, ¿echará a correr o vagará como un espíritu entre los árboles?

Intuyo el caramelo que brilla entre sus dientes en la distancia y dejo caer la fruta del árbol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Poesía, Aura. Escribes poesía.

Kepa dijo...

Bendito el día que Eva probó la manzana...

Un texto excepcional