miércoles, enero 11, 2006

Delicias Turcas, de Paul Verhoeven

O como probar el delicado fruto que nos hace trascender.
Delicias turcas, un clásico del cine erótico de los 70 perteneciente a la etapa holandesa de Paul Verhoeven, se sirve de una historia de amor entre un escultor y una dulce niña mimada por sus padres, para construir una ficción simbólica sobre el enamoramiento y la creación artística.
Un consciente sentido del hedonismo, furor vital y temperamento anárquico son los hilos conductores de esta pasión que en todo momento se nos aparece extraña por la voluntad del director de ir más allá, de hacerla universal, y al mismo tiempo evitar explicaciones y mostrar los hechos tal cual en lugar de palabras.
La película transita pues por las etapas de la relación entre Eric Vonk (Rutger Hauer) y Olga (Monique Van de Ven), explicando el amor mismo, desde los hambrientos inicios, hasta el ocaso que irremediablemente aparece unido a la muerte, pasando por una espiral de decadencia representada como la degeneración mental de Olga. Y Verhoeven no sólo explica el amor de los hombres, no es casual que Eric sea un artista, y que Olga devenga el sujeto que aparece representado en sus obras como fetiche obsesivo. El amor como acto de creación es también punto de especulación de la historia.
Aunque la película no ahorra en crudeza y realismo, tiene un carácter sutilmente onírico desde el inicio, y esto se concreta por ejemplo cuando ambos personajes se conocen y sufren una serie de situaciones impeditivas que les imposibilitan consumar el acto sexual una y otra vez, no sólo como si el censor de los sueños lo impidiese, sino también como signos premonitorios de la fatalidad. Más adelante, cuando la pareja entre en crisis, este ambiente de sueño se convertirá en una auténtica pesadilla ante los ojos atónitos de Vonk que verá como en una cena familiar su amada se escabulle al lavabo con otro hombre mientras el resto de familiares ríe de forma histérica y él acaba vomitando sobre la mesa con grandes arcadas. Justo antes de esa secuencia habíamos visto a los dos personajes besándose bajo la lluvia mientras celebraban su felicidad con vino, y ese vino del festejo se derramaba por el suelo diluyéndose en los charcos, escapando por las alcantarillas.
Todo es símbolo: el vino granate, los dulces que ella engulle atropelladamente en el hospital atragantándose (que dan nombre a la película) e incluso la peluca que Eric le regala justo antes de la muerte completa, como si con ella se pudieran disfrazar un poco del amor que ya no tienen. Una ilusión efímera teñida de rojo.
Eros y Thanatos… dice Verhoeven cuando le preguntan por el film, como si con esas dos palabras no se pudiera decir nada más, como si fueran esa misma pareja que juguetea bajo la lluvia.
TITULO ORIGINAL Turks Fruit
AÑO 1973
PAÍS Holanda
DIRECTOR Paul Verhoeven
GUIÓN Gerard Soeteman (Novela: Jan Wolkers)
MUSICA Rogier Van Otterloo
FOTOGRAFÍA Jan De Bont
REPARTO Rutger Hauer, Monique Van de Ven, Tonny Huurdeman, Win Van den Brink, Hans Boskamp

10 comentarios:

Anónimo dijo...

No he visto la película pero tiene muy buena pinta y ya estoy en proceso de conseguirla.

Lo único que puedo decir es que se me hace muy raro ver a Rutger Hauer con esos pelos y esas actitudes.

Anónimo dijo...

Grande. Pero, si me permite, se nos ha puesto vd. muy divulgativa: yo lo que quería era leer su opinión, verla encendida, rabiosa, baudelaireana...

Aura dijo...

Cierto, querido R. , que casi no parezco yo.
Decirle: que cuando vi Delicias Turcas me quedé clavada en la cama. Me pareció increíblemente perturbadora, es el delirio, la grandeza de la carne hecha drama. Motivos personales aparte, porque una película puede tener tantas lecturas como ojos la miren, y mis ojos no eran objetivos, pienso que si provoca tantas sensaciones, aunque sea de angustia en ocasiones, es que es una genialidad, no un producto de consumo rápido al uso. Y a mí me las produjo, vaya si lo hizo, es casi como una bofetada, eso sí, con las delicias de un banquete.
¿Qué decir? Me apasiona mucho esta película.

Illuminatus dijo...

Aunque desprecio el simbolismo como un recurso de ocultistas y pseudoocultistas pretenciosos, la película tiene pinta de no estar mal.

¡¡Y mi adorado Rutger Hauer a lo jipijo!!

Anónimo dijo...

Quizas algun día frente a una pantalla disfrute de la pelicula, pero creo que debo dejar pasar un tiempo para seguir disfrutando hasta olvidar la que he visto a traves de tus ojos y que te ha causado un cumulo infinito de sensaciones maravillosas. Un beso.

POSTDATA: Es fantastico tener el don de poder sentir emociones con un sonido o con una imagen o con una palabra o con..........................

Anónimo dijo...

Ahora sí. La grandeza de la carne, ahí estamos, y en su finitud. Ante esta peli creo que todos encontramos razones personales...

Beso sus pies.

Carlos César Alvarez dijo...

No se puede negar que provoca sensaciones, que es una película de esas que no dejan indiferente a nadie. En mi caso, la vi hace años y no tengo ganas de verla de nuevo. O sea, que las sensaciones que me produjo no fueron gratas, aunque no soy ni mucho menos de los que buscan sólo las sensaciones agradables. En cualquier caso no deja de ser una buena película.

Anónimo dijo...

Si es que no te puedes pasar todo el día viendo porno Holandes.... tienes algo de porno finlandés, de ese no tengo... jejeje! Yo vengo de ver the Jacket y aunque parezca mentira tiene un erotismo bastante enrevesado, película algo rara, pero me ha gustado.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Pendiente, pendiente... ansío verla. Que pocas veces llega a senirse esa excitación, frente a la pantalla, que nos lleve en soledad a lo más hondo de nuestra alma turbada...

walterneff dijo...

Este film es muchas cosas. Perturbó a los moralistas bienpensantes y a los "revolucionarios" y progres setenteros. Es carne y sangre, corazón y tripas. Esfísica y psicológica. Pero, ante todo. es una historia de amor. Y a pesar de los escándalos por su comntenido sexual fue nominada al Oscar a mejor película extranjera. Una de las películas de mi vida.