miércoles, noviembre 16, 2005

Revenge, por Ellen Von Unwerth


Con el formato de un diario de adolescencia, -portadas negras y suaves y el interior de papel satinado-, Revenge se abre como una foto novela en blanco y negro sobre las jornadas eróticas de unas señoritas reducidas y esclavizadas por “the Baroness”, la atractiva tía de tan virginales muchachas, una dama de extravagantes y lujosos gustos que no vacila en acogerlas en su casa y atarlas como perritos para satisfacer sus malvados juegos.
Como un relato de Sade con lencería vintage y las provocaciones de Andrew Blake, Revenge es una secuencia de imágenes contrastadas en un blanco y negro saturado, lujurioso. Las pieles aparecen impolutas, azotadas por los tonos oscuros de eyeliner, carmín y cuero que se cruzan frente a labios entreabiertos y ojos rasgados.
Las fotografías de Ellen Von Unwerth se desnudan revolcándose en los jardines, en dormitorios de austeridad victoriana o sobre el suelo de la cuadra. En estos escenarios las doncellas se congelan en pucheros y mohines, retorciéndose en posturas tensas, eternizándose en detalles de perlas y antifaces, corsetería de satén y medias rotas.
Unwerth se recrea en los rincones oscuros de esta mansión decadente, pero en ella la lascivia es siempre un guiño para que el espectador sonría y se deje deslumbrar por sus juegos de luces.
Unos cuantos flashes:

Emily y Ivy

Emily y the Baroness

Françoise

Isabelle, Emily y Françoise

Françoise y Emily

7 comentarios:

Nicho dijo...

Las muchachas, festivas y relajadas, comiendo manzanas, sentadas en el bordillo, el carmín rojo furioso manchará, sin duda, la blanca carne de la fruta. Parece que a Françoise se le quedan frías las manos.


Muy logrado este post. (Bueno, como todos).

Anónimo dijo...

um, que fotos más incitantes.

Caído dijo...

Un poema que viene que ni pintado en relación al post:

Recuerda el objeto que vimos, alma mía,
aquella bella mañana de verano tan dulce:
al torcer de un sendero una carroña infame
sobre una cama sembrada de guijarros,

las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos,
abría de una manera descuidada y cínica
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla a punto,
y de rendir al céntuplo a la gran Naturaleza
todo esto que al mismo tiempo había unido.

Y el cielo miraba el esqueleto soberbio
como una flor abrirse.
El hedor era tan fuerte, que en la hierba
te creíste desmayar.

Las moscas zumbaban sobre este vientre pútrido,
de donde salían negros batallones
de larvas, que se deslizaban como un espeso líquido
a lo largo de estos viventes harapos.

Todo aquello descendía, subía como una ola,
o se lanzaba chispeante;
se habría dicho que el cuerpo, hinchado de un aliento vago,
vivía multiplicándose.

Y este mundo comportaba una extraña música,
como el agua corriente y el viento,
o el grano que un aventador de un movimiento rítmico
agita y devuelve a su harnero.

Y las formas se borraban y sólo eran un sueño,
un esbozo lento en venir,
sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
solamente para el recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con aire enojado,
espiando el momento de recuperar del esqueleto
el trozo que había abandonado.

_Y, por tanto, tú eres parecida a esta porquería,
a esta horrible infección,
estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión.

¡Sí! tal serás, oh, reina de las gracias,
despues de los últimos sacramentos,
cuando irás bajo la hierba y las floraciones grasas,
a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, ¡oh, mi belleza! dile al gusano
que te comerá a besos,
que he guardado la forma y la esencia divina
de mis amores descompuestos.

"Una Carroña", Charles Baudelaire

Anónimo dijo...

Deliciosos bocados.

Baldanders dijo...

Verdadero glamour.

Anónimo dijo...

Oh!

Möbius el Crononauta dijo...

¡Quien fuera manzana entre las manos de Françoise!