miércoles, marzo 22, 2006

Relatos de Aparecidos: "Un Fantasma Enamorado" de Vernon Lee

Dentro de las narraciones fantásticas, siento especial predilección por los relatos de aparecidos: espectros que se presentan a mitad de la noche para visitar a los recién estrenados inquilinos de la mansión victoriana, fantasmas melancólicos que vagan tras el recuerdo de su amor fallecido, espíritus perversos que atormentan en pesadillas a damas en camisón…
El “Fantasma Enamorado” de Vernon Lee es distinto a todos estos. En primer lugar porque a lo largo de esta pequeña novela nunca se nos presenta como real. El “fantasma” del poeta Christopher Lovelock es la obsesión enfermiza de la mente de Alice Oke, quien se ha formado una peligrosa fantasía romántica en la cabeza en la que se siente protagonista de los versos que escribía el poeta. Si el espectro es real, o si sólo vuelve del otro mundo debido a la llamada febril de Alice que vive un matrimonio insatisfecho es algo que no se desvela a lo largo de la historia, aunque algunos elementos de lo sobrenatural van apareciendo salpicados en la narración.
La novelita se inicia con el relato de un pintor que se instala unos días en la mansión de los Okehurst para realizar el retrato del matrimonio. Inmediatamente se siente fascinado por la presencia de Alice y a través de su relación con ella se adentra en una de esas historias del pasado que parecen pesar sobre el presente: No sólo la antepasada de Alice además de compartir su nombre era idéntica en apariencia a la protagonista, sino que además cometió un crimen pasional al asesinar a su amante junto a su marido, el antes mencionado poeta Lovelock. Un trasfondo hitchcockiano que explora el tema del doble de la mujer amada, los vestidos de los muertos que visten a los vivos, celos enfermizos y una presencia-invención que se pasea por el salón amarillo de la casa volviendo de entre los difuntos son algunos de los elementos que se entrelazan en la novela.

“Intentaré darle una idea de ella; no será la primera impresión, sea cual fuese, sino el concepto real que me fui formando a medida que la iba conociendo. Para empezar, tengo que afirmar y reiterar que era, sin comparación posible, la mujer más distinguida y exquisita que vi en mi vida; con una distinción y una exquisitez que nada tenían que ver con lo que generalmente se entiende al pronunciar estas palabras. Ambas cualidades saltaban a la vista como un conjunto perfecto, y se reunían en ella por primera y última vez.
¿Puede suceder que una vez cada mil años surja una combinación de líneas, un sistema de movimientos, una silueta, una expresión, un conjunto completamente nuevo y sin precedentes que integre a la perfección el concepto de belleza y rareza? Era muy alta, y supongo que para la gente sería delgada. Tengo que decir que nunca la vi como un ser de carne y hueso sino sencillamente como un maravilloso conjunto de líneas, como una maravillosa y extraña personalidad.
Alta y delgada, ciertamente, pero sin ninguno de los atributos que conforman la noción preconcebida de una mujer bien formada. Era recta como un bambú –de manera que no tenía lo que la gente llama buen tipo-, sus hombros eran ligeramente altos y sus andares decididos; otro detalle característico era que siempre llevaba cubiertos los brazos y los hombros. Pero aquella figura de bambú tenía una flexibilidad, una majestuosidad y un movimiento de líneas en todos sus gestos que no admitía ninguna comparación. Tenía algo de pavo real, y algo también de ciervo, pero por encima de todo era ella misma. Me gustaría poder describirla. Si pudiera hacerlo… Lo deseo tanto… Lo he deseado -¡ay!- millones de veces. Podría pintarla tal como la veo ahora cerrando los ojos, aunque sólo fuera una silueta.
¡Ahí está! La veo con toda claridad paseando lentamente de un lado a otro de la habitación, la altura de sus hombros completa la exquisita disposición de líneas de su torso grácil, su cuello largo y esbelto, la cabeza –con el cabello corto rizado- ligeramente inclinada, menos cuando se echa hacia atrás de repente y dibuja una sonrisa que no está dirigida a ninguna persona o cosa presente, sino hacia algo inmaterial que sólo ella ha visto u oído instantáneamente. La veo, en fin, con los extraños hoyuelos en sus delgadas y pálidas mejillas, y una extraña blancura en sus ojos muy abiertos: es el momento en que su figura recuerda el movimiento del ciervo. Pero, ¿a qué conduce hablar de ella? Tengo el convencimiento de que ningún pintor, por muy grande que sea, es capaz de expresar lo que es la auténtica belleza de una mujer verdaderamente hermosa en el sentido habitual del término. Las mujeres de Tiziano y Tintoretto debían ser infinitamente más hermosas que sus retratos. Siempre se escapa algo de la belleza –precisamente la verdadera esencia-, tal vez porque la belleza real es en gran parte una función del tiempo, algo como la música, una sucesión, una serie en el espacio. Y si estoy hablando de una mujer hermosa en el sentido convencional de la expresión, imagínese lo que será en el caso de una mujer como Alicia Oke. Y si el lápiz y el pincel, al intentar reproducir las líneas y los colores, no pueden conseguirlo, ¿cómo va a ser posible dar una vaga idea con simples palabras; unas palabras que no tienen más que un significado abstracto, que están dispuestas de una forma convencional? Para resumir una larga historia en pocas palabras, diré que la señora Oke de Okehurst era, en mi opinión, una persona exquisita y extraña, una criatura exótica, cuyo encanto no se puede describir más que llevándose a casa el perfume de alguna flor tropical recientemente descubierta y comparándolo con el aroma de una rosa o una azucena”.

Un fantasma enamorado” se podría definir como una relación de amor a través de los siglos o se podría considerar una reflexión sobre las interrelaciones entre el pasado y el presente. La nebulosa historia fantástica de Vernon Lee se publico en 1886, en un volumen que se llamó: “Hauntings, Fantastic Stories”.

Y para acabar algunos datos sobre la autora: No sólo cultivo el género de la “Ghost Story” sino que cultivó la poesía, la filosofía, la política, la ficción, y sus libros de viajes son de los más destacados de la literatura inglesa. Vernon Lee vivió largo tiempo en Italia y se especializó en el estudio del arte italiano y la música barroca del siglo XVIII, influencia ésta que se puede rastrear en sus cuentos que también tienen referencias a las crónicas de la Edad Media, los dioses paganos de la Antigua Grecia, los cantantes castrados… Literariamente se la ha comparado muchas veces a M. R. James.

Más información sobre Lee y “Un fantasma enamoradoaquí. (Pueden acceder al cuento completo en inglés en esta página).

8 comentarios:

Pussy Galore dijo...

Me gusta el hecho de que no se sepa si el fantasma es real o si es parte de la imaginación de Alice: es como The Turn of the Screw de Henry James.

Aura dijo...

Justo lo comparan con ese cuento Pussy :)

Rain (Virginia M.T.) dijo...

En un apartado especial tendré mis libros sobre aaoprecidos, y a esta autora, la buscaré entre mis prioridades. Es una fascinación que se siente al leer la descripción apasionada y exquisita.

Y todo lo dark que atraviesa el cuento, o lo que le impregna. en suma algo muy, muy atrayente.

Gracias por la exquisitez, Aura.

Horrorscope dijo...

Qué gran tema es el fantasmagórico ¿No cree?

Unknown dijo...

Querida Aura:

Sólo recuerdo cierta anotación de Gog, "El Alma en Herencia". Y el cuadro de la Nightmare de Füssli. Como todos estamos al tanto de la existencia de esas cosas, sólo puedo ofrecerle una historia de fantasmas local; aunque no con apariciones como la de Jacob Marley..

El cementerio de la Recoleta está ubicado en cierto rincón de Buenos Aires y constituye uno de mis lugares predilectos; es común encontrar al más humilde de vuestros servidores leyendo o conversando con los gatos, y eventualmente con algún masón. Los ángeles de piedra del cementerio también me han presentado a personajes muy interesantes. He conversado con ellos; allí me han referido más de una vez una curiosa historia concerniente al Cementerio de la Recoleta:

Una noche de tiempos de colonia, en la esquina de las calles Vicente López y Junín, estaba una delicada señorita. Llevaba ropa blanca, y su piel era del mismo color. Apoyada contra el oscuro murallón exterior del cementerio, el farol de esa esquina la iluminaba menos que la luna, lo que la hacía resplandecer, y el contraste con las tinieblas era deslumbrador antes que evidente. Un joven caballero de una importante familia patricia (la Recoleta es un barrio para gente de bien) pasó por esa esquina, dirigiéndose a una tertulia. Vió a la muchacha y no pudo evitar el preguntarle que hacía allí. La señorita respondió que esperaba; el caballero no pudo averiguar a quién. Insistió en llevarla con él a la velada y ella asintió. Aquella noche el hombre entendió por primera vez lo que significa estar enamorado; esa turbación extática lo llevó a derramar un pocillo de café en su níveo vestido. Le pidió disculpas y ella se rió. La noche pasó. Antes de despedirse, en la esquina de Vicente López y Junín él le preguntó su nombre; no lo olvidó y ya no volvió a verla. La angustia lo movió a preguntar en el barrio si la conocían, pero no obtuvo resultados.. el desgraciado caballero no entendía. Un día, buscando descansar su mente, fue a dar un paseo por la necrópolis. Se sentó en una de las interminables tumbas. Reflexionó un rato sobre la cripta; al levantarse, encontró con horror (un horror que no llegaba a vislumbrar) el nombre que buscaba desde hace meses: estaba grabado en la lápida. La información de la tumba añadía que la chica de veinte años que yacía allí había fallecido cinco años atrás. Al principio lo creyó una broma macabra, o una alucinación, o una coincidencia. Su raciocinio descartó todos esos argumentos. Regresó a su casa; luego de varios días temió de insomnio supo que se estaba volviendo loco. Su influyente familia tomó cartas en el asunto y para tranquilizarlo le prometieron abrir la cripta y examinar su esqueleto. El joven se tranquilizó y una semana después, se apersonó en el cementerio para asistir a la abertura de la tumba. Entonces la historia se vuelve turbia; algunos refieren que lo sacaron desmayado; otros, que se volvió loco e hizo un escándalo delante de la comitiva de peritos y debieron colocarlo en un hospicio; otros, que salió corriendo y se suicidó en medio de la Plaza Francia; otros que murió del espanto al ver el interior de la tumba. En esto todas las versiones vuelven más o menos a unificarse, y coinciden en que el esqueleto llevaba una mortaja blanca con una mancha de café.

Higronauta dijo...

Otro para la saca de pendientes (me está dando usted muy mucha faena... y yo que me quejo :P)
Ante la duda que se plantea, la de si "¿Puede suceder que una vez cada mil años surja una combinación de líneas, un sistema de movimientos, una silueta, una expresión, un conjunto completamente nuevo y sin precedentes que integre a la perfección el concepto de belleza y rareza?" decir que no surge cada mil años (afortunadamente), sinó que la conjunción belleza y rareza está a la orden del día, para disfrute de muchos (y ahora es cuando pido disculpas por descontextualizar la sentencia de un párrafo tan bello con la mera intención de vanalizar... sólo un poco, por eso).

Aura dijo...

Muchas gracias, por el relato y por los comentarios.
Me han alegrado el mal día que llevaba hoy.

Anónimo dijo...

Espero algún día leer la historia. Mientras, me conformo con el gusto de leer reseñas tan bien escritas como ésta.

Un beso.